De cara al 20 de noviembre, fecha muy significativa para españoles y mexicanos, se antoja reflexionar un poco sobre las efemérides que ambos países habremos de recordar, aunque, tal vez, desde perspectivas muy distintas.Cabe señalar que ese día en 1936 murió José Antonio Primo de Rivera, hermano de uno de tantos dictadores habidos en su país y fundador de la Falange Española, el fascismo de pandereta que tanto daño le hizo. Y 39 años después, en 1975, “pasó a mejor vida” el tal Francisco Franco, más nefasto aún, sin pagar en este mundo por los muchos crímenes de lesa humanidad que cometió.Por nuestra parte, dicho día fue hasta no hace mucho una fiesta espectacular porque celebrábamos con bombo y platillo el Aniversario de la Revolución Mexicana.Recientemente vino a menos debido a que el Gobierno hipotéticamente emanado del Partido Revolucionario Institucional se tornó más bien neoporfirista. Ojalá que después de su estruendosa derrota vuelva por sus fueros.Pero la confrontación que viene puede resultar interesante: la españolería mexicana anunció ya que festejará con entusiasmo el 500 aniversario de la llegada de Hernán Cortés y todo lo que ocurrió a partir de ahí. Por su parte, los mexicanistas habremos de insistir en la conveniencia de tener presente la salvaje explotación del hombre por el hombre que derivó, no sólo de la conquista, sino del proceso de colonización -que nos quieren vender como de civilización- que, entre otras muchas cosas, significó que en 100 años la población original de lo que hoy es México se redujera en un 90 y hasta un 95%, y en algunos lugares fuera de plano exterminada. Asimismo, vale considerar que, para suplir esa mano de obra, se trajeron africanos en las peores condiciones posibles.Algunos ya estamos listos para la confrontación, máxime quienes esgrimimos con éxito nuestras armas antaño cuando les echamos abajo su “celebración del descubrimiento de América”.Pero habrá sin duda otro motivo para recordar y recordársela a muchos: el fin de la Guerra Civil Española, el principio de la salvaje dictadura y el traslado a México de casi 50 mil refugiados, que salvaron su vida y lograron aquí, en su mayoría una vida digna, gracias a las heroicas tareas que desarrollaron muchos mexicanos como Luis I. Rodríguez Taboada, Gilberto Bosques, Isidro Fabela, Narciso Bassols, todos ellos bajo las órdenes (¡me pongo de pie!) del presidente Lázaro Cárdenas y un pueblo entero que hizo caso omiso del repudio que promovieron contra sus paisanos los llamados gachupines: españoles de antigua residencia en México.De ello también hay mucho que reflexionar a efecto de poner las cosas en su lugar.