Tal vez sea uno de los factores psicológicos más difíciles de vencer, porque cuando se trata de defenderlo, no hay manera de dejarse.Se dice que una persona es orgullosa, cuando tiene inflamado su ego y se siente demasiado seguro de sí mismo, con ciertos aires de petulancia y engreimiento, cargado de esa altives que lo puede llegar a creerse superior a los demás.Dentro de su mundo interior se siente que ha logrado grandes cosas, que posee un gran conocimiento de algo y es ampliamente reconocido por su prestigio y honorabilidad. Y todo porque el orgullo desmedido, conlleva a buscar el protagonismo y los aplausos.Por supuesto que se molesta mucho si le cuestionan su imagen y refutan sus argumentos e ideas. Se siente de inmediato herido y lastimado porque lo están ofendiendo, simplemente le falta humildad y no es capaz de reconocer las críticas de los demás, pues está acostumbrado a que sus estrategias de impactar y de crear una buena imagen son efectivas.Muchos hombres, que poseen grandes riquezas o fungen como políticos y funcionarios, suelen padecer de ésta afección. Y ser sumamente sensibles a qué se les cuestione o contradiga. Por su propio orgullo, van a hacer todo lo posible para refrendar su imagen y demostrar que están en lo correcto y que las opiniones y otros puntos de vista, están equivocados.La mejor cura para el orgullo es la humildad, que junto con el sentido de sencillez ayudan a no caer en la tentación de estar hablando de sí mismo y así pretender impactar a los demás con un protagonismo arroganteSe nota que se doblega el orgullo, cuando se deja a un lado la necesidad de discutir, de defender las ideas y de reafirmarse en el poder.Guillermo Dellamary