Martes, 26 de Noviembre 2024

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Sin miedo al ridículo

Por: Diego Petersen

Sin miedo al ridículo

Sin miedo al ridículo

Si para algo han servido las precampañas es para que los candidatos le pierdan el miedo al ridículo, y ahí sí la competencia está fuerte. La tiranía de la imagen en las campañas, y por tanto de los asesores de comunicación, provoca que los candidatos hagan cualquier cosa. En el fondo es un buen tamizador. Como el “jetómetro” dice más que cualquier encuesta sobre resultados electorales y posicionamiento de candidatos, el “ridiculómetro” mide la ambición de poder de las personas y nos muestra hasta dónde están dispuestas a arrastrase para llegar a cargo por el que compiten.

Estas semanas hemos visto a los precandidatos hacer los peores ridículos. Menciono sólo los más importantes. Claudia Sheinbaum es una doctora en ingeniería, seria, cuya principal virtud política es que genera confianza en su interlocutor; no la pongan a contar chistes y a imitar a López Obrador porque le sale fatal. Santiago Creel es un político sereno, sus mayores virtudes son el diálogo y la capacidad de escucha; no lo hagan gritar y llorar, pues le sale peor que a un predicador novato de iglesia evangélica. Adán Augusto López es el más refinado de los contendientes de Morena. Se le ve en lo bien planchado, en la calidad de las camisas y, por supuesto, en los relojes; no le pidan que coma tortas ahogadas nomás por convivir, en la mirada desconfiada al platillo se le nota el desprecio por ese pan remojado que sólo gusta a los tapatíos. Marcelo Ebrard es un político de oficio, es eso lo que lo hace atractivo para muchos ciudadanos, incluso que no comparten la visión de Morena; no lo conviertan en un muñequito de Play móvil disfrazándolo de cocinero, de obrero, taquero, bombero, de James Bond y de James Taylor. Xóchilt Gálvez es una mujer empresaria y política de origen humilde; no necesita huipiles para reafirmar que es indígena.

Hay varios ejemplos de candidatos que fueron exitosos porque se mantuvieron en lo que eran. El propio López Obrador y Manuel Clouthier del Rincón son ejemplos de ello, y Cuauhtémoc Cárdenas el prototipo. El ingeniero, como era conocido, no arrancaba una sonrisa a nadie, nunca cambió el tono monocorde de su voz, jamás contó un chiste ni se vistió distinto a como acostumbraba: traje gris o camisa de mezclilla. Lo que hizo fuerte a Cuauhtémoc fue ser confiable y cercano. Siempre fue él mismo; creía en lo que decía y decía lo que creía.

El “ridiculómetro” marcó alto estas semanas en varias de las campañas (que no son campañas). Suponemos que estos primeros días son para ecualizar y hacer, literalmente, pruebas de sonido. Lo que escuchamos hasta ahora es la peor versión de todos los candidatos. ¿O no?

diego.petersen@informador.com.mx

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