El agua es un derecho; tenemos derecho a su uso. Por lo mismo tenemos la obligación de sanearla, regresarla limpia y a la misma cuenca. Suena lógico y suena fácil, pero no lo es, simple y sencillamente porque llevamos cientos de años pensando que el agua es nuestra, sea porque pasa frente a nuestra casa o porque pagamos por ella. Cientos de años contaminando el agua que usamos en el campo y la ciudad sin preocuparnos por su destino se hicieron costumbre. Hoy sabemos que el agua es un recurso cada día más escaso, cada día más costoso y por lo tanto lo que en el papel es un derecho se ha convertido en un privilegio.Desde hace dos décadas, entrando el siglo, por ley todas las ciudades deberían tratar sus aguas. Los sujetos obligados no somos los ciudadanos sino los municipios o en su caso los organismos operadores intermunicipales, como el SIAPA. Lo que sí es de los ciudadanos es el costo de saneamiento: en cada recibo del agua hay una cuota por alcantarillado y saneamiento que resulta de la división del costo total de saneamientos de las aguas divido entre el número de metros cúbicos. Ampliar la capacidad de saneamiento de las plantas de la ciudad, una Agua Prieta, en la desembocadura del Río San Juan de Dios (hoy convertido en colector de la ciudad) al Río Santiago y otra, aguas arriba, en la desembocadura de la cuenca de El Ahogado sobre el mismo río, tiene todo el sentido del mundo. La ciudad crece, el número de metros cúbicos a sanear crece. La operación debería ser automática, o casi automática.Pero hay algo que no cuadra. En los últimos años el problema que hemos tenido es justamente la incapacidad para aumentar la dotación de agua a la ciudad. Esto es, los metros cúbicos que se distribuyen entre el sistema intermunicipal (SIAPA) y los sistemas municipales es prácticamente el mismo desde hace ocho años, cuando en el sexenio de Aristóteles se amplió un metro cúbico más por la perforación de nuevos pozos. El problema del saneamiento ha estado en estos años más vinculado a la falta de una adecuada conducción de las aguas negras -de colectores- que a la capacidad de las plantas, por lo que una buena parte de estas se van al río sin tratar. Ampliar la planta de El Ahogado tiene sentido si aumentamos nuestra capacidad de conducción en esa cuenca que viene desde la parte alta de Tlajomulco (El Palomar, Buganvilias) y Tlaquepaque para desembocar muy cerca de El Salto. Más allá del análisis de costos y cuánto va a impactar en la tarifa de los usuarios de esa zona de la ciudad que no está vinculada al SIAPA, hay que tener claro que esa es solo una de las fuentes de contaminación del río: aguas arriba hay otra importante zona industrial y en la margen oriente el problema es fundamentalmente de origen pecuario. Esos problemas no se resuelven con esta planta, y la ampliación no tiene sentido sin un proyecto de colectores.Las plantas de tratamiento son solo un eslabón en la cadena de saneamiento. diego.petersen@informador.com.mx