Lo que parecía planchado se arrugó. Morena tuvo que patear una vez más su intento de reforma electoral, no la constitucional, que el mismo Presidente declaró muerta, sino la reforma a leyes secundarias, porque sus aliados no están de acuerdo en que les quiten billetes.Reducir el financiamiento del Estado a los partidos políticos ha sido una demanda social desde hace muchos años. Existe la sensación, fundada en evidencia, de que el dinero destinado a los partidos políticos es excesivo, pero sobre todo que sólo sirve para hacer rica a una casta de dirigentes que en la práctica operan como dueños y manejan los recursos, que son públicos, como patrimonio personal. El Partido Verde es el caso más evidente, aunque no el único: en todos se cuecen habas.Reducir el financiamiento público a los partidos y reducir los plurinominales es hoy una causa de Morena, pero antes lo fue de la derecha. En su momento esta batalla la encabezó Pedro Ferriz y la siguieron ciegamente los organismos empresariales y grupos de derecha que hoy defienden lo que antes atacaban. La cantidad de dinero que reciben de nuestros impuestos los partidos políticos nos puede parecer ofensiva; sin embargo, tiene una lógica que sólo se comprende cuando no se está en el poder. Los empresarios que querían acabar con el financiamiento a los partidos hace diez o doce años estaban a gusto con el sistema dominante (PAN y PRI) y no les interesaba ni querían que los partidos de izquierda fueran más competitivos. Hoy que Morena está en el poder, quiere hacer exactamente lo mismo que lo que hacían “los conservadores”. El poder, esté en manos de quien esté, tiende a aniquilar; su instinto es predador y justamente por eso se necesitan contrapesos.El único que gana reduciendo financiamiento público a los partidos es el que gobierna. Por eso será muy difícil que PT y Verde acompañen a Morena en esta parte de la reforma. Hacerlo significaría perder capacidad de maniobra de cara a las próximas elecciones, y aunque la oferta fuera convertirse en parte del grupo gobernante, saben que por esa vía en dos procesos electorales Morena los desaparece. Mientras la decisión quede sólo en los partidos la reducción de recursos públicos destinados a los institutos políticos no va a pasar. Se requiere un debate mucho más amplio para explorar caminos que propicien la competencia entre partidos y eviten en lo posible el dinero bajo la mesa. Eso requiere una reforma electoral de gran calado, con la participación de todos los partidos y mucho consenso social. Pero lo más importante es que estos cambios tienen que venir de abajo para arriba. Jamás una reforma electoral surgida desde el poder, como es el caso de los que hoy proponen el Presidente y Morena, propiciará mejores condiciones democráticas.diego.petersen@informador.com.mx