Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Monreal, había una vez

Por: Diego Petersen

Monreal, había una vez

Monreal, había una vez

Hubo una vez un senador Ricardo Monreal que quiso ser el contrapeso de López Obrador. En aquellos días el senador zacatecano enviaba mensajes a diestra y siniestra diciendo que el Senado de la República, que él comandaba, no era la oficialía de partes de Palacio; que en la Cámara Alta se discutía y lo que se aprobaba se hacía escuchando, parlamentando y enmendándole la plana al Presidente; que aquello de “sin tocar ni una coma” era para los abyectos diputados, no para políticos de altos vuelos como él.

Todo eso había una vez, cuando el senador Monreal pensaba que era importante, cuando creyó que tenía poder propio. Pero lo doblaron, como se dice en política. Desde Bucareli el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, comenzó a operar directamente con los senadores de Morena y le mandó un rudo mensaje cuando le sacó el tapete y le quitó los votos para pasar el acuerdo que había hecho con la oposición para nombrar a un consejero del Inai que le permitiera al Instituto operar. Inmediatamente después vino la reunión con el Presidente en Palacio donde el Tlatoani lo reconoció nuevamente como “corcholata”. Monreal se comportó como tal: se tiró al piso y se dejó aplastar.

La reacción de Monreal ante la invalidación de la primera parte del llamado “Plan B” por la Suprema Corte es absolutamente desproporcionada, pero perfectamente entendible: él sabe que, si la Corte invalidó esa ley por el proceso legislativo, las 18 aprobadas al vapor en la noche de la diarrea legislativa no pasarán el corte de la legalidad, simplemente porque aprobaron leyes a razón de una cada 12 minutos, lo que no dio tiempo ni de leerlas, no digamos discutirlas. Amén de faltas más graves, como el manejo de licencias, dobles votos y dudas en el quorum legislativo. El responsable político de ese desastre tiene nombre y apellido. 

¿Pueden enjuiciar políticamente a los ministros de la Corte, como lo sugirió Monreal? No. No hay manera que les prueben una invasión de poderes, pues son los mismos legisladores de oposición quienes demandaron la intervención del Tribunal Supremo. Además, se requiere una mayoría calificada que no tienen. En realidad, el senador se está curando en salud, pues, si quiere ser candidato a algo, aunque sea a una delegación en Ciudad de México, el descrédito al que quedaría expuesto si se viene una anulación de leyes en cascada por desaseo legislativo es enorme. 

El senador Monreal ya capituló. No sólo entregó las armas, ahora defiende los métodos que antes decía reprochar. El rebelde zacatecano tendrá sin duda un lugar en la historia, aunque será muy distinto al que él mismo, había una vez, imaginó.

diego.petersen@informador.com.mx

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