El próximo martes Estados Unidos irá a una de las elecciones más polarizadas de su historia. Cada uno tiene su encuesta y su casa de apuestas favorita, lo cierto es que cualquier cosa puede pasar en la elección del próximo martes, a cuya incertidumbre hay que añadir la manifestación expresa de Donald Trump de no reconocer los resultados en caso de una derrota.La gran pregunta es cuál sería la diferencia para el futuro inmediato de México y la relación bilateral si gana uno u otro. Aquí también hay un análisis para cada gusto, quien dice que Trump será una tragedia para México y quien dice que ya nos fue muy bien con él y, por lo tanto, es lo que más conviene. También hay quien, en automático, considera que un presidente demócrata o incluso cualquiera que no sea Trump, es mejor para México, aunque los datos no sostengan esa afirmación.La realidad es que la relación bilateral está en un momento complejo y delicado. Si bien es cierto que el vínculo entre los dos países es tan profundo, complejo e interdependiente que nadie lo puede destruir en cuatro o seis años, también lo es que toda pequeña modificación al estatus quo tiene efectos en ambos lados. Si Trump amenaza con cerrar la frontera hay que tener cierto que cualquier cosa que eso signifique tendrá repercusiones sobre el flujo de personas y mercancías. Más allá de eso, gane quien gane, hay temas ineludibles, que generarán tensión y que marcarán la relación desde finales de este año, en cuanto exista presidenta o presidente electo en Estados Unidos.El primero sin duda es el crimen organizado. El secuestro-detención de “El Mayo” es una clara señal de lo que puede pasar si no encontramos una ruta común en el combate a la producción y tráfico de fentanilo. Para Estados Unidos es un tema prioritario que va más allá del consumo de drogas, es un problema de salud y, por lo tanto, de seguridad nacional. Más allá del discurso patriotero y de culpar a los vecinos por la ola de violencia que desató la ruptura del cartel más grande, más antiguo y arraigado en el país, se trata de un cambio en la forma de entender y tratar el combate a los grupos criminales que les afectan. Gane quien gane, Trump o Harris, la política antidrogas ya cambió.El segundo gran tema tiene que ver con las reformas constitucionales del llamado Plan C, en particular lo referente a la reforma judicial y la desaparición de organismos autónomos. Otra vez, más allá del discurso sobre la soberanía y el derecho a la autodeterminación, que son por supuesto innegociables, lo cierto es que somos nosotros los que estamos cambiando las reglas del juego y que ello tendrá repercusiones en los tratados comerciales. El embajador Salazar lo ha repetido veladamente y con lenguaje diplomático. Otra vez, no importa quién gane, será una fuente de presión y conflicto.Para México la única diferencia entre uno y otro será una cuestión de estilos. Ya los sufrimos a ambos: Donald Trump ladra mucho y muerde; Kamala Harris nomás muerde.diego.petersen@informador.com.mx