No se ha terminado la construcción de la Línea 4 cuando el gobernador electo, Pablo Lemus, ya quiere arrancar la 5. Parece un contra sentido, pero hay buenas razones, políticas y de coyuntura para acelerar la construcción de esta línea tipo DRT (Digital Rapid Transit) cuya misión, en términos de transporte, es unir al aeropuerto con el estadio de las Chivas antes del mundial. En términos políticos es mandar un mensaje de certidumbre sobre la transición en Jalisco.Sí, los 650 millones que anunció Lemus del presupuesto estatal es muy poco para lo que requiere la Línea 5, más si se piensa completa, tal como se planteó hace unos meses, desde el aeropuerto hasta el cruce de la avenida Inglaterra con Periférico en el poniente. Hoy se habla solo de un tramo que va del aeropuerto al cruce de carretera a Chapala con el Periférico, donde los pasajeros podrán conectar con el Macro y llegar por esa vía hasta el Akron, una conexión importante de cara a los tres partidos del Mundial de futbol del 2026 que se jugarán en ese estadio. La importancia del anuncio es política. Por un lado, se trata de ocupar la sensación de vacío provocada por una elección impugnada. Independientemente de las razones jurídicas para anular o no la elección (yo sigo pensando que no las hay), el desgaste político que genera la incertidumbre es parte de la ganancia de Morena. En el otro lado está el tema presupuestal. Cuando el gobernador electo habla desde ya del presupuesto para 2025, es un mensaje de que aprobarán el presupuesto en el mes de octubre, mientras MC tiene todavía mayoría en el Congreso. La ley pone plazos perentorios para su presentación, 1 de noviembre, y para su aprobación, 15 de diciembre, pero nada les impide presentarlo y aprobarlo en el mes de octubre. Eso le quitaría a la nueva mayoría de Morena y aliados la capacidad de chantajear y le permitiría a Lemus aterrizar con más tranquilidad y no en medio de presiones y la urgencia de aprobar un presupuesto en diez días con un Congreso en contra.A la Línea 5 le falta mucho: van avanzados, pero no están concluidos los estudios de origen y destino; no está claro el presupuesto ni el financiamiento de cada una de las etapas; no está suficientemente socializado el sistema DRT con sus virtudes y limitaciones. Sin embargo, ante el vacío político de un gobernador Alfaro cada día más ausente de la vida pública, un gobierno federal arrollador y un presidente omnipresente, la Línea 5 se ha convertido en el estandarte de batalla de Pablo Lemus. El riesgo, como ha sucedido en las últimas décadas con el transporte público en Jalisco, es que se tomen decisiones con una visión política, sin las necesarias consideraciones técnicas. diego.petersen@informador.com.mx