¿Puede ser su última marcha?, surge como de la nada la pregunta a modo para el Presidente en la Mañanera. Responde López Obrador: “Es que puede ser la última, no puedo decir que es la última porque no sabemos qué depare el destino. Nosotros nos mantenemos, eso no debe de olvidarse. No han podido derrotarnos los adversarios del conservadurismo, no han podido porque tenemos el respaldo del pueblo”. La respuesta es en realidad un galimatías, con tres frases clave: sí pero no; nosotros nos mantenemos; no han podido derrotarnos. La última marcha no tiene, pues, ningún viso de ser la última. Más bien pareciera que a partir de la marcha del 27 de noviembre entramos a una nueva etapa de la administración de López Obrador que será mucho más en la calle, mucho más política y confrontativa, que ya es decir. Ya lo había dicho Paco Taibo II en una entrevista con El País en 2018: Si el Presidente López Obrador no tiene mayoría en el Congreso tendrá que cambiar el país a decretazos y nosotros, refiriéndose a sus seguidores, apoyándolo en la calle. Tomar la calle y hacerlo como lo está haciendo el Presidente no es, como han querido interpretar algunos, un acto de vanidad, o no solamente: es un paso más en la estrategia de Gobierno. La del domingo será una marcha de Estado. Es una movilización del poder desde el poder, usando toda la fuerza del Estado, incluyendo por supuesto los recursos del erario, para movilizar. El número final es lo de menos, lo importante es que ese apoyo popular que se muestra en las encuestas se actualice en la marcha, que no sólo sea un Presidente con popularidad, sino que ese “apoyo” se materialice.Más que la última marcha se trata de la marcha final, de un cambio de tercio para tirarse a matar, dirían los taurinos, del último movimiento de la sinfonía del pueblo bueno. Será el último informe donde se hable de obras, de lo que ha hecho la autodenominada Cuarta Transformación para comenzar la etapa de la épica popular, una larga campaña en las calles para decir que el país ya cambió, aunque usted no se haya enterado. Mientras la oposición hablará de un aeropuerto que no funciona, de una refinería que no refina, de un tren inconcluso que destruye la selva, de un nuevo sistema danés de salud que no existe, el Presidente y sus huestes estarán en otro rollo, en el de la consolidación en las calles de una transformación que muchos podremos pensar que es sólo discursiva, pero que se ha instaurado ya como lema.A partir del domingo la política será en las calles. Comienza la etapa más ruda del sexenio obradorista, la más radical y también la campaña del 2024. diego.petersen@informador.com.mx