Domingo, 13 de Octubre 2024

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La izquierda y la pureza de sangre

Por: Diego Petersen

La izquierda y la pureza de sangre

La izquierda y la pureza de sangre

No existe el racismo inverso. A nadie se discrimina en México por ser güerito y tener ojos azules, como dijo, y -hay que decirlo- luego rectificó su error, Santiago Creel. O como insinuó Enrique de la Madrid en un video patético en un restaurante llamado El Güero, donde comentaba con el dueño que nada tenía de malo ser güerito. No entienden que la crítica no es por el color de piel ni de ojos, sino porque son parte del grupo que estuvo en el poder. Independientemente del desempeño individual de cada uno de ellos en sus encargos, ambos representan a ese PAN y ese PRI desplazados.

Lo que resulta absurdo es la insistencia del obradorismo en negar que Xóchitl Gálvez sea indígena. Como exabrupto es un error; como política es no sólo mezquina sino discriminatoria. La cantidad de reportajes en medios oficialistas para demostrar que Gálvez no tiene pureza de sangre indígena resulta preocupante. Los argumentos son dignos de más rancio monarquismo o incluso de la santa inquisición: que si el padre era indígena, pero la madre no; que si en el pueblo donde nació la pureza indígena dejó de existir desde la colonia; que si tenía más recursos que sus compañeros; que si su casa era más grande que otras; y el peor: que no se puede ser indígena si no se es pobre. Los argumentos, curiosa y patéticamente, son exactamente los mismos que los historiadores de la derecha de finales del XIX y la primera mitad del XX usaron para argumentar que Benito Juárez no era “tan indígena”, pues había tenido oportunidad de estudiar, como si eso descalificara su obra o sus méritos. 

La limpieza de sangre como argumento será siempre discriminatoria y fascistoide, venga de la derecha o de la izquierda, se justifique para perseguir a un pueblo o a una persona. Los defectos de Xóchitl Gálvez saldrán con la campaña, como los de cualquier candidato. Sus contrincantes estarán, como de hecho ya están, a la caza de sus errores. De eso van, entre otras cosas las precampañas y a las campañas. Lo que como sociedad no podemos permitir es que a persona alguna se le cuestione su identidad por derecho de sangre y menos desde la Presidencia de la República.

Se puede estar a favor o en contra de Gálvez. Eso es pasajero; las elecciones primero del Frente y después, si gana la candidatura, las constitucionales, tienen fecha de caducidad. Lo que no podemos es permitir que los argumentos raciales permeen la lucha política.

diego.petersen@informador.com.mx

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