La polis, la ciudad como la entendemos hoy, tiene dos elementos indisociables: la comunidad y el territorio. El elemento central de la polis es el ágora, el espacio donde discutimos, peleamos, nos manifestamos y al final nos ponemos de acuerdo. Esa es la democracia, el gobierno del pueblo, el gobierno de todos.Hay muchas razones para salir a marchar. Siempre he pensado que las marchas son un signo de vitalidad política de una sociedad. Normalmente la prevalencia de marchas se asocia a problemas de gobernabilidad, lo cual es tan falso como que las lágrimas en una persona sean signo de tristeza: lloramos por muchos motivos, de alegría, de risa, de amor, de coraje, etcétera. En todo caso, las lágrimas son signo de salud emocional. Alguien que llora todo el tiempo sí tiene un problema. Alguien que llora por diversos motivos y en distintos momentos es una persona sensible. Una sociedad que marcha para expresar sus ideales, frustraciones y demandas es una sociedad políticamente sana. Hay muchas razones por las que vale la pena marchar. La democracia es sin duda una de ellas. No me gusta el lema de “El INE no se toca”. Me parece dogmático y fundamentalista. El INE hay que reformarlo cuantas veces sea necesario para adecuarlo a las necesidades políticas del país, pero cualquier reforma debe ser hacia adelante, que empodere a los ciudadanos, no hacia atrás. La elección directa de consejeros y magistrados no fortalece la independencia de la institución y por el contrario favorece a la partidocracia. Reducir de once a siete el número de consejeros no disminuye significativamente el costo y por el contrario sí reduce la posibilidad de un Consejo General más plural y diverso. Reducir el número de diputados y elegir a todos por una lista presentada por los partidos quita a los electores, al pueblo, la posibilidad de elegir a sus representantes de manera directa y en cambio fortalece, otra vez, a los partidos.Los partidos son fundamentales en cualquier democracia. Son los mediadores necesarios para ordenar y hacer más eficiente la participación ciudadana en su derecho a ser votado. En cualquier reforma electoral lo que tenemos que buscar es la progresión de los derechos a votar y ser votado. Si la reforma que nos plantean no incrementa el poder de los ciudadanos sino el de los partidos, no genera equilibrio de poderes, mejor representación de las minorías y no hace más eficiente el trabajo de los ciudadanos -contar los votos y vigilar la elección- es una reforma que sirve al poder, no al pueblo.La democracia se construye andando, en los dos sentidos de la palabra. Hay que actualizarla permanentemente, tocarla, para ponerla en las palabras de quienes convocan la marcha, y hay que hacerla en la calle, marchando, visibilizando, exigiendo lo que queremos, aprendiendo a respetarnos unos, otros y tantos otros como sea necesario, en el espacio público, en el ágora de la polis.diego.petersen@informador.com.mx