Si no cae un meteorito político, a partir de octubre tendremos una mujer en la Presidencia de la República. El dato no es menor. Eso jamás ha sucedido en países como Estados Unidos, Francia, España, Rusia o China. En Canadá hubo una primera ministra interina, Kim Campbell, que duró unos meses, pero nunca una mujer ha sido electa. En América del Sur ha habido presidentas en Chile, Argentina, Brasil, una en cada país y sólo una en este momento, Diana Baluarte, presidenta en funciones del Perú tras el derrocamiento de Pedro Castillo.Claudia o Xóchitl, quien gane la elección en junio, tendrá la gran oportunidad de abrir camino a las mujeres, así como el reto de gobernar un país dividido y polarizado, y de desterrar el machismo de la cultura política nacional. En el fondo es el mismo asunto: la polarización es el resultado de una visión machista del poder, tú o yo, conmigo o contra mí, nosotros o los otros, con la transformación o contra la transformación, chairo o fifí.Tener mujeres en el poder es una condición para la feminización de la política, pero no basta, no es suficiente. Nunca habíamos tenido tantas mujeres en el gabinete presidencial y, sin embargo, la política hoy sigue siendo la misma, con la lógica del macho alfa, del rey sol que todo lo decide y las lunas que giran a su alrededor sin luz propia.Feminizar la política es mucho más que ganar la Presidencia. Implica cambiar la lógica de cómo hemos entendido este país desde su fundación. Feminizar la política es poner a las madres buscadoras como eje de la política de seguridad y a las mujeres que trabajan en el centro de las políticas laborales. Feminizar la política es entender las familias como son (un tercio de ellas con mujeres que las sacan adelante solas) y no como el grupo de respetables varones que lideran las iglesias o grupos moralizadores quisieran que fueran. Feminizar es hacer de las ciudades el espacio donde las mujeres puedan caminar seguras, donde las jóvenes y las niñas puedan expresarse libremente, donde nadie las acose, las moleste o peor aún, las agreda. Feminizar la política es desterrar la lógica de la ley del más fuerte para imponer la ley a secas.Una mujer en la Presidencia no es sólo un cambio de género, es la oportunidad de construir una nueva cultura política; de encarar el siempre anhelado diálogo nacional privilegiando la escucha; de entender al país desde su diversidad y no desde la exclusión de las y los que no son iguales, de quienes piensan distinto o se salen de la norma.Políticamente 2024 es el año de las mujeres, no lo desperdiciemos. Ahora sí que parafraseando a ya saben quién, entendamos que, por el bien de todos, primero las mujeres.diego.petersen@informador.com.mx