Pocos temas son tan polémicos y discutidos en ética periodística como la salud de los Presidentes. Se debatió fuertemente la salud mental de Fox porque alguien descubrió que tomaba Prozac; se le achacó una enfermedad de alcoholismo a Calderón que, decían, le impedía tomar decisiones de Estado; se dijo que Peña Nieto tenía cáncer y se lanzaron con todo a pedir su renuncia, curiosamente los mismos que hoy, desde el otro lado de la mesa, exigen respeto a la privacidad del Presidente.Lo primero que habría que cuestionar es hasta qué punto la salud de un Presidente es un asunto público, hasta dónde nos importa y nos afecta a los ciudadanos. Por principio la salud es un asunto privado, incluso podríamos decir, íntimo. Nadie, ni los familiares más cercanos, tienen derecho a conocer la información de salud de una persona. Él y solo él decide con quién quiere compartir esa información. Pero cuando se trata de un personaje público, hay una condición distinta: si el futuro de un grupo, sean accionistas de una empresa o ciudadanos de un país, depende de la salud del líder, entonces tenemos derecho a saber. ¿Saber qué? Saber única y exclusivamente si el Presidente de la compañía o del país tiene un problema de salud que le impide tomar decisiones y, por tanto, podría afectar el futuro de todos. Los principios nunca son el problema, los conflictos surgen cuando queremos aplicar estos principios a la vida real. De eso va la ética.Uno de los casos más famosos en relación a la salud de los Presidentes es el de Francois Mitterand. El gran constructor de Europa gobernó Francia en dos periodos de siete años: 1981-88 y 1988-95. Cuando se presentó a la reelección, él sabía que tenía cáncer de próstata y que conforme pasaran los años la enfermedad disminuiría su capacidad de trabajo. Si los electores hubiesen conocido esa información, muy probablemente no lo hubieran votado. Igualmente, podemos decir que no hubo ninguna decisión que se viera afectada por la enfermedad. ¿Hasta dónde los franceses tenían derecho a saber?La filtración de información, producto de un hackeo, sobre la crisis cardiaca del Presidente López Obrador en enero pasado ha desatado un falso debate sobre si el Presidente es apto o no para gobernar y si tenemos derecho a conocer más sobre su salud. No. Al igual que con los últimos tres Presidentes, lo único que tenemos derecho a saber es si sufre de alguna enfermedad que le impida ejercer sus funciones. Eso no ha sucedido, ni ahora, ni con Fox, Calderón o Peña Nieto.Podemos estar o no de acuerdo con las decisiones del Presidente, pero lo peor que nos puede pasar a todos es una crisis por ausencia de poder. Espero que López Obrador tenga salud para muchos años y que gobierne hasta el fin de su periodo, ni un día más ni un día menos. Diego Petersen Farahdiego.petersen@informador.com.mx