El primer encuentro entre el presidente del INE y la secretaria de Gobernación en los albores del Gobierno de López Obrador fue también el primer desencuentro: la secretaria pidió que se le entregara a Gobernación el padrón electoral con todos los datos biométricos. La petición, por supuesto, no prosperó. Córdova no tenía las facultades para hacerlo, pero sobre todo tenía claro que se trataba de una regresión democrática.De acuerdo a lo que ha trascendido, una de las apuestas de la reforma electoral que se prepara desde Palacio Nacional y que se supone presentarán esta semana es la desaparición del Registro Nacional Electoral, que hoy depende del INE, para pasar esa función a la Secretaría de Gobernación, cual si fuera una simple reforma a la ley de administración pública y a la estructura del Gobierno federal.En varias ocasiones se ha intentado hacer una cédula de identidad nacional como documento oficial de identificación. Así nació la famosa CURP, la Clave Única de Registro de Población, pero nunca se logró dar el siguiente paso. Lo que terminó sucediendo fue que la CURP se incorporó a los datos de la credencial electoral y con ello “la INE”, como se conoce popularmente, terminó por convertirse en la verdadera y única identificación nacional.En la mayoría de los países que tienen cédula de identidad el registro depende directamente de la Secretaría de Gobernación o su similar (Ministerio del Interior o Secretaría de Estado). Nada, pues, tendría de extraño que así fuera. El gran debate está en el uso que se le pueda dar a los datos biométricos contenidos en el padrón.Hoy los partidos políticos tienen acceso a la lista nacional de electores. Incluso lo han vendido, como sucedió hace unos años en que copias completas o por distrito se ofrecían en Tepito al mejor postor. Los datos personales y el uso que se pueda hacer de ellos es una herramienta muy poderosa. El riesgo de que el padrón pase a una institución de Gobierno, como lo es la Secretaría de Gobernación, en lugar de permanecer en una institución de Estado, como es ahora el INE, es el mal uso que el partido en el Gobierno, hoy Morena, mañana otro o el mismo, pueda hacer de esa información.La reforma no es banal, no se trata de un asunto de reingeniería de Gobierno, ni siquiera de un castigo al INE. Lo que está en juego hoy, como hace cuatro años cuando Sánchez Cordero pidió que le entregaran el manejo del padrón, son nuestros datos personales y el regreso del control de una parte fundamental de la elección al Gobierno en turno. Se trata claramente de una reforma en reversa. diego.petersen@informador.com.mxDiego Petersen Farah