Todos los mexicanos crecimos con tres grandes dudas históricas: con qué se peinaba el siempre impecablemente relamido Benito Juárez, si algún día José María Morelos y Pavón se quitó el paliacate, y quién es Masiosare, el extraño enemigo que aparece en el Himno Nacional. Masiosare ha sido motivo de todo tipo de bromas, cartones políticos, artículos periodísticos; creador de imaginarios y de realidades, pues, aunque parezca increíble, sí hay personas que le ponen a sus hijos Masiosare y en algunos estados, como Sonora o Zacatecas, han tenido que llegar el extremo de prohibirlo en el registro civil.Más allá de un bonito nombre, Masiosare representa a ese enemigo abstracto que une a los mexicanos. En la medida que tengamos una némesis común, alguien que amenace nuestra identidad y nuestra integridad nacional, la cohesión interna es mayor. Durante la época del nacionalismo revolucionario, el Masiosare favorito fueron los gringos. Ellos eran los responsables de casi todos nuestros males históricos (casi, porque España competía con lo suyito) y quienes nos habían robado la mitad del territorio. Nuestros vecinos eran al mismo tiempo los merecedores de nuestro odio como nación, y del deseo más vergonzante como individuos (comprar fayuca era deporte nacional). Nos aplastaban en todo, pero les ganábamos en picaresca y en el futbol. Venganza pírrica, pero venganza al fin.Desde que el presidente Salinas y toda una generación de políticos y economistas formados en Estados Unidos vieron en el vecino del norte más una oportunidad que una amenaza, la relación, y la forma de mirarnos mutuamente, cambió. Eso no quiere decir que la relación dejó de ser dispareja, sino que ambos aprendimos que la vecindad podría tener más virtudes que defectos. Digamos que Estados Unidos dejó de ser Masiosare para convertirse en el primo rico, siempre prepotente, en ocasiones condescendiente, no pocas displicente, pero pariente al fin. Y bueno, comenzaron también a ganarnos en el futbol.El presidente López Obrador sabe que su proyecto de país pasa en gran medida por revivir el sentimiento nacionalista y la reconstrucción del enemigo común. La controversia interpuesta en el marco del Tratado de Libre Comercio puede ser una amenaza económica pero políticamente vale oro: es la oportunidad para resucitar a Masiosare y convocar a todos los Juanes Escutia en potencia a envolverse en la bandera. No es gratuito que el presidente haya escogido el 16 de septiembre, durante el desfile militar, para dar su arenga respecto al tema. La controversia por el cambio de reglas en el sector energético no es para él un problema económico sino la oportunidad política que estaba esperando.diego.petersen@informador.com.mx