La presidenta electa Claudia Sheinbaum anunció que continuará con las mañaneras, tal como se lo recomendó el presidente López Obrador apenas unos días después de que ganara la elección. A estas alturas no debería extrañarnos para nada que Sheinbaum haga caso a las recomendaciones del presidente. Ella ha expresado y demostrado que se ve a sí misma como la continuadora de un proyecto de transformación que tiene en López Obrador a su líder e ideólogo, y el presidente por su parte ha dicho que para efectos prácticos Claudia y él son uno mismo, que ella es como su hija, su heredera política.En la claridad de que no hay ninguna voluntad de diferenciarse sino, por el contrario, de parecerse lo más posible, la pregunta es si las Mañaneras tendrán el mimo efecto, el mismo poder político con Claudia que con López Obrador. Dicho de otra manera, ¿basta con pararse todos los días a las siete de la mañana frente a un grupo de periodistas, la mitad paleros, la otra mitad de verdad, a tirar rollo, mentir sin escrúpulos y denostar a los adversarios para que el ejercicio funcione?Evidentemente, no. Una parte del éxito de la mañanera está en su diseño. Que sea temprano, cuando la mayoría de la clase política de este país no sabe si va o viene, ayuda. Tener periodistas a modo, que siembran preguntas a modo y funcionan como el coro en las tragedias griegas, también. Ambas cosas son fácilmente replicables, pero el éxito no está ahí.La primera la capacidad de López Obrador de mentir impunemente, sin ruborizarse. A lo sumo se muerde los labios y se toca la cara, pero no tiene empacho en decir lo que tenga que decir, aunque sea evidentemente falso. En promedio, el presidente dijo 103 mentiras, datos no comprobables o manipulados por día. Eso requiere no solo un enorme caparazón ético, sino una gran capacidad narrativa para hacerlas coherentes. La narrativa del presidente se perfeccionó con el tiempo, pero la tiene desde hace muchos años, desde que era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Claudia Sheinbaum no la tiene. Lo que vimos en su paso por la jefatura de gobierno y en campaña fue una narrativa prestada.Pero el elemento más importante de la Mañanera es la capacidad comunicativa: López Obrador sabe a quién le habla y sabe cómo hablarle. Eso no se aprende con entrenamiento de medios, es una sensibilidad que él desarrolló a lo largo de años y años de contacto con la gente y que no la tiene nadie más. Lo peor que le puede pasar a Claudia Sheinbaum es que la comparen con López Obrador. Tartar de imitarlo puede terminar en un fracaso descomunal y por lo mismo perpetuar la Mañanera parece un error. Si ya está decidido que lo van a hacer, tienen que encontrar una forma absolutamente distinta, un traje a su medida. Es el show el que debe adaptarse a la presidenta y no la presidenta al show.