No hay nada peor que el lloriqueo del poder. Pocas cosas son tan patéticas como un Presidente o gobernador quejándose de lo que le hacen los opositores, de que no valoran los esfuerzos del Gobierno o de lo difícil que es gobernar. Cuando el poder se asume como víctima deja de ser el punto que aglutina para convertirse en el polo que repele. López Obrador está decidido a ser la primera víctima de la nación y su victimización raya ya en un nivel enfermizo. Ahora resulta que a los periodistas les disparan para afectarlo a él. Su falta de empatía es sorprendentemente ególatra, pero más lo es el rencor.El hombre que repite una y otra vez que no es rencoroso, que lo suyo no es la venganza, es sin embargo capaz de recordar uno a uno a los periodistas que reportaron su derrota de 2006 y los acusa de conspiración por haber transmitido en vivo y desde el IFE los resultados de la elección más cerrada de la historia. Lo que reportaron los periodistas en vivo aquella tarde y noche fue el resultado del conteo de votos, como se hace cada elección. El reclamo del Presidente es que al hacerlo así hicieron llorar a muchos. Literal.Sorprende sin embargo lo selectivo del rencor. Reportar en vivo fue un acto de reflejo periodístico: era la nota, como decimos entre colegas. Pero, la decisión tiene que ver fundamentalmente con las empresas. Es decir, detrás de los periodistas hay empresarios y ejecutivos de las televisoras que tomaron la decisión de hacerlo así. ¿Por qué el Presidente nunca habla de ellos?, ¿por qué no los toca si ellos son, en todo caso, quienes tenían la interlocución con el poder? Por una sencilla razón: al Presidente no le interesa enfrentarse con ellos, quienes, por cierto, siguen haciendo negocios y traficando influencias desde el día uno de este Gobierno.Baste recordar con quién celebró el hoy Presidente el triunfo del 1 de julio de 2018. Además de sus empresarios favoritos como Daniel Chávez, al festejo privado después del discurso del Zócalo fueron invitados todos los dueños o presidentes de las televisoras. Ahí estuvieron Bernardo Gómez, de Televisa; Ricardo Salinas, de TV Azteca; Olegario Vázquez Aldir, de Grupo Imagen, entre otros. Esos que pactaron con el poder para reconocer el triunfo de Felipe Calderón en 2006 fueron los mismos con los que pactó López Obrador en 2018. Con ellos no hay rencor, por el contrario, hay amor del que se paga con más amor.Hay algo profundamente hipócrita en el reclamo de López Obrador a los periodistas. Lo que le molesta no es la estructura de poder de los medios de comunicación sino las voces críticas, cualquier cosa que le pueda hacer sombra a la omnipresencia de su voz y el monopolio de la enunciación. Su rencor es selectivo.diego.petersen@informador.com.mx