Sábado, 29 de Junio 2024

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El que mucho se despide…

Por: Diego Petersen

El que mucho se despide…

El que mucho se despide…

El que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse, reza el dicho popular. La tercera etapa de la borrachera -da igual si se trata de briagos de alcohol o de poder- es la que se conoce como “el difícil desalojo del inmueble”. Ambas cosas vienen a cuento por la forma en que el presidente López Obrador ha mandado señales de que no quiere dejar el poder. Sabe bien que tiene que entregar la presencia el primer día de octubre, ha dicho una y otra vez que se va a ir a su rancho de lejano nombre, que se retira a escribir, pero todos los días habla también de su hipotético regreso. 

El de ayer fue el colmo, cuando dijo que regresaría en caso de una invasión o una guerra porque “la Patria es primero” ¿Regresaría a qué? No lo dijo, pero presupone que no existe nadie como él para conducir al pueblo en situaciones difíciles. Pero antes dijo que regresará a Ciudad de México a ver a su esposa, y antes que hablaría con Claudia Sheinbaum si la presidenta se lo solicita, y más antes que intervendría en política si cree necesario disentir.

Más allá del pitorreo, el mensaje que manda todos los días el presidente con sus giras, sus largas instrucciones a su sucesora, Claudia Sheinbaum, las recomendaciones y la insistencia en aplicar el plan C en el mes de septiembre es que no se quiere ir. Los políticos y los borrachos, decía un viejo conocedor de los códigos priistas, no se van, hay que echarlos. Para echarlos hay que tener más poder que ellos y claramente la presidenta más votada de la historia hoy no lo tiene.

La naturaleza del político es atraer poder, no soltarlo. Las leyes dicen que el primero de octubre habrá un traspaso de poder constitucional y por ende cada día que pase la nueva presidenta debería tener más poder y el saliente menos. Pero el poder además de detentarlo hay que conquistarlo y en ocasiones arrebatarlo. Claudia lo construyó ganando la elección interna y la elección presidencial. Lo que sigue es arrebatarle poder real que tiene el presidente. No se puede acelerar, pero tampoco tardar demasiado. Si no se confronta, no va a tener el poder real nunca; si lo confronta y no lo vence, penderá sobre ella la espada de Damocles llamada revocación de mandato.

Que nadie se llame a engaño, el poder es el poder. La amistad, el aprecio y la buena voluntad se acaban el día en que la banda presidencial cambia de manos. 

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