En un mes Enrique Alfaro entregará el gobierno de Jalisco a Pablo Lemus y pasado mañana rendirá su último informe. Vale la pena hacer un balance de estos años para entender dónde está parado Jalisco de cara a los años que vienen para el país y el estado. Propongo dedicar estos días a hacer el corte de caja del gobierno de Alfaro primero en lo político, luego en la gestión y un tercero específicamente en materia de seguridad.Enrique Alfaro llegó a la gubernatura de Jalisco el 5 de diciembre de 2018 como el gobernador más poderoso de las últimas décadas en el Estado. Había conseguido una confluencia de poder no vista en la era democrática y quizá hacia atrás desde González Gallo. Los empresarios, las universidades, el grupo político de la UdeG (léase Raúl Padilla), las iglesias y todos los partidos se alinearon en torno a su liderazgo. La foto de Alfaro en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, rodeado de todos aquellos que representaban algún poder en Jalisco en demanda de un sistema federal más justo, fue un signo de poder inédito así leído en Jalisco y más allá.Sólo el que tiene poder o dinero puede derrocharlo, y Alfaro lo hizo. Derrochó el poder a base de ir generando conflictos, la mayoría de ellos absolutamente innecesarios, hasta dilapidarlo todo. Se confrontó con medios y periodistas, con el grupo Universidad, con empresarios y con su propio partido (MC); alejó a los cercanos y se construyó una burbuja autorreferencial que terminó por aislarlo políticamente. La intolerancia fue la marca de la casa en este sexenio.Quien fuera la joven promesa de la política mexicana se convirtió rápidamente en un político hostil que se hizo fama de poco confiable hasta terminar por auto marginarse. Ante la retirada de su líder, el alfarismo -la corriente política más potente de los últimos años en Jalisco- se desvaneció hasta convertirse en una estructura electoral sin contenido. La refundación quedó refundida en un cajón; la nueva política reducida al berrinche y la imposición; la oferta de futuro fue solo un presente pragmático, vehemente y sin contenido.Alfaro logró mantener el gobierno del estado para su partido en un momento político en que Morena arrolló con todo el país, y eso no es poca cosa, argumentan los defensores de su gestión política. Y es cierto, como también lo es que MC se fue al tercer lugar en la batalla por el senado y que perdieron espacios en las cámaras. Le ayudó a Alfaro tener un buen candidato en la gubernatura, pero es claro que uno de los grandes problemas del alfarismo fue la incapacidad para crear figuras políticas porque su propio líder se encargaba de aplastarlos. Los que sobrevivieron, Pablo Lemus y Clemente Castañeda, son los que fueron capaces de alejarse de la sombra del gobernador iracundo.Todo ejercicio del poder desgasta el capital político y Enrique Alfaro lo dilapido en un sexenio.(Mañana: El adiós de Alfaro II: balance de la gestión)