Domingo, 24 de Noviembre 2024
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Del "liberalismo zapatista" al "humanismo mexicano"

Por: Diego Petersen

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Del "liberalismo zapatista" al "humanismo mexicano"

Nombrar es un acto de poder. En su Cuarto Informe de Gobierno, Carlos Salinas de Gortari, embelesado consigo mismo y su capacidad transformadora, definió su ideología política, la que él había impulsado en México, como “Liberalismo zapatista”, un liberalismo, decía, con sentido social. La contradicción de términos quedaría en evidencia apenas 13 meses después cuando la guerrilla zapatista irrumpió en el escenario para recordarle a Salinas y compañía que el zapatismo no era un mote, sino una exigencia revolucionaria.

Ayer, embelesado con el espejo del pueblo, el Presidente López Obrador no dudó en ponerle nombre a su estilo personal de pensar el país y la política. Es importante, dijo, “definir en el terreno teórico el modelo de Gobierno que estamos aplicando. Mi propuesta será o sería llamarle ‘humanismo mexicano’”. No deja de ser un poco sorprendente que hubiera escogido un nombre que nada tiene que ver con la izquierda y sus luchas sino con uno de los grandes ideólogos de Acción Nacional, Efraín González Luna, quien introdujo el concepto de “humanismo político” en los principios básicos de ese partido nacido liberal de la mano y la mente de Manuel Gómez Morín. El chiste se cuenta solo.

El “humanismo mexicano” de López Obrador tiene nombre, pero no una idea clara. El “humanismo político” tiene como fundamento al individuo que es consciente de que su realización pasa por el desarrollo de un bien mayor, el bien común. En el humanismo el concepto de pueblo aparece poco o no aparece, es más bien la sociedad civil organizada quien tiene el protagonismo. Pero da igual, la nueva autodefinición de López Obrador sirve para abonar un poco más a la confusión ideológica de un movimiento que se dice de izquierda, pero no lo es; que se ha catalogado de neo priista, pero siempre se las averigua para rebasar la etiqueta y ser más priistas que los priistas, y que ahora sale con la sorpresa de rescatar uno de los conceptos más emblemáticos del panismo tradicional para apropiárselo por el simple placer de nombrar.

Más allá del número de asistentes (entre los 100 mil que ridículamente dijo la oposición y el millón 200 mil imaginado por Claudia Sheinbaum), los logros enumerados y las autocomplacencias, no hay que quitar el ojo del grito reeleccionista; nada es espontáneo en una marcha organizada desde el Gobierno. Por supuesto que el Presidente respondió, magnánimo, con un “No” a la “invitación” del pueblo a permanecer en la Presidencia, pero que ese grito haya surgido en una manifestación organizada desde Presidencia para apoyar al Presidente es algo más que una anécdota. Más aún, si el grito fue espontáneo, flaco favor le hicieron al Presidente. Si no lo fue, como es lo más probable, estamos ante una perversa provocación a la democracia, justo en el momento en que se debate una reforma electoral que intenta apoderarse del Instituto Nacional Electoral por la vía de los hechos.

Hay, pues, que estar atentos, no vaya a ser que el “humanismo mexicano” de López Obrador tenga también algo de porfirista.

diego.petersen@informador.com.mx

Diego Petersen Farah

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