A escasos 125 días para la elección presidencial en Estados Unidos, el partido Demócrata no tiene candidato competitivo. El 5 de noviembre se ve cada día más cerca y el presidente Joe Biden, quien se postuló para la reelección, muestra un preocupante deterioro mental mucho más allá de lo esperado. Su participación en el debate de la semana pasada prendió las alarmas: el presidente está literalmente en modo avión. Y aunque él mismo dijo al día siguiente que podría no caminar ni hablar con la agilidad de un joven, aseguró que sabía perfectamente lo que Estados Unidos necesitaba y que sabía gobernar, pocos creen que esté en condiciones de continuar en la campaña. Aun con ganas de creerle, la pregunta que se hacen la mayoría de los estadounidenses es si realmente puede gobernar, si en un contexto internacional tan complejo y una nación tan polarizada (como casi todas las naciones del mundo, baste ver lo que sucedió ayer en Francia) algunos actores comienzan a enviar señales de emergencia y advierten que lo que está en juego no es solo la presidencia, no es si ganan los republicanos o los demócratas, lo que está en juego, dicen, es el futuro del modelo democrático estadounidense.Trump puso en evidencia la crisis del Partido Republicano. Después del dominio absoluto de los Bush, los líderes del partido del elefante han sido incapaces de generar una alternativa política y el empresario mediático le pasó por encima al establishment republicano por tercera ocasión consecutiva. La decadencia mental de Biden está haciendo lo mismo con los demócratas, quienes se quedaron sin liderazgos nacionales porque las familias Obama y Clinton no dejaron crecer a nadie bajo su sombra. Son ellos quienes controlan el gobierno de Biden y son ellos quienes han cerrado filas en torno a la candidatura del presidente en modo avión.La elección del 5 de noviembre será, en muchos sentidos, plebiscitaria: to Trump or not to Trump, es el dilema, diría el Hamlet del siglo XXI. Eso hace ciertamente que el nombre del candidato Demócrata sea menos importante, salvo por una razón: la gran misión de quien asuma ese rol es sacar a votar a los antitrumpistas.Lo que aseguró Biden en la pasada contienda presidencial fue la unidad de su partido. No era entonces ni lo es ahora un candidato carismático; era y es quien asegura el pacto político entre los liderazgos del Partido Demócrata. Un candidato sustituto, quien quiera que sea, necesita primero asegurar el pacto interno del partido. Hoy por hoy, no se ve a nadie que pueda tomar ese papel y que pueda construir en las escasas tres semanas que restan para la convención Demócrata una opción viable y, sobre todo, que tenga el consenso y desactive el modo avión de la campaña.