Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Entre la espada militar y la pared civil

Por: Diego Petersen

Entre la espada militar y la pared civil

Entre la espada militar y la pared civil

La política es el arte de administrar las contradicciones. Nada es lineal en la gestión del poder, aunque a los políticos les guste presentarse ante sus electores como hombres rectos, de una sola pieza, sin dobleces ni dobles discursos, comprometidos con las causas. Navegar entre unos y otros, comprometerse con dios y con el diablo, cuadrar un poco lo dicho con lo hecho es el oficio de la política.

El Presidente López Obrador topó con una contradicción difícil de salvar: su compromiso con los padres de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, el movimiento popular en torno a las normales rurales y los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), y al mismo tiempo su compromiso y complicidad con las Fuerzas Armadas, a las que ha convertido en el brazo operativo de su administración.

El conflicto entre los normalistas y los militares es histórico. Tiene su origen en la guerrilla rural y la respuesta contra insurgente del Ejército allá en los años sesenta y setenta. La desconfianza es mutua. Los normalistas están convencidos de que los militares tuvieron mucho que ver en la desaparición de los 43 y cientos de otros activistas en el pasado. Las Fuerzas Armadas desconfían profundamente de las causas y los métodos de los normalistas a quienes ven más como agentes subversivos que como estudiantes o maestros.

El presidente quedó atrapado entre la espada militar y la pared civil, el muro de los movimientos sociales que si algo tienen es paciencia. Ellos están acostumbrados a las batallas que no se resuelven en un día, ni en un sexenio. La causa es una forma de vida, no una tarea colateral. La contradicción en la que se metió López Obrador no parece sencilla de resolver. Pudo administrarla durante cinco años con Alejandro Encinas como subsecretario de Gobernación atendiendo a los padres de los 43 y a los grupos de derechos humanos mientras él empoderaba a los militares con la Guardia Nacional y cientos (literal) de nuevos encargos y, por tanto, presupuestos. Parte de la administración de la contradicción fue poner a disposición de la Fiscalía a algunos mandos militares de rango menor al mismo tiempo que le quitaba poder real a Encinas y a la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa. 

A estas alturas del partido para el Presidente lo menos importante es llegar a una explicación contundente y definitiva de lo que sucedió aquella noche y dónde están los cuerpos de los jóvenes normalistas. Lo que le importa es que los movimientos sociales no salgan a la calle y le compliquen aún más la gobernabilidad en Guerrero porque, a los militares, como ha quedado claro una y otra vez, no los va a tocar.

diego.petersen@informador.com.mx

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