Al grito de “¡viva la libertad, carajo!”, Javier Milei, un economista radical de 52 años con peinado estilo Boris Johnson, conquistó 30 por ciento del voto en las primarias argentinas. Detrás de su grito hay dos propuestas radicales: desmantelar al Estado y abolir el concepto de justicia social que, dice él, es un robo disfrazado.¿Cómo puede una sociedad como la argentina celebrar y, peor aún, votar una aberración de ese tamaño, un regreso tan radical al capitalismo salvaje en pleno siglo XXI? Por una sencilla razón: el hartazgo de los ciudadanos ante la corrupción y la ineficiencia de la clase política que los tiene sumidos en una crisis sempiterna. El “bolsonaraso”, como se conoció en Brasil el golpe pendular después de cuatro periodos de Gobierno socialista, dos de Lula da Silva y uno y medio de Dilma Rousseff, fue el resultado de una sociedad harta de la corrupción galopante y el desgaste del discurso del Partido de los Trabajadores, pero, sobre todo, al igual que ahora pasa en Argentina, de la ineficiencia gubernamental. El kirchnerismo está heredando una Argentina destrozada económicamente y una sociedad desesperada ante la incapacidad de los sucesivos gobiernos de izquierda y derecha de responder a las necesidades más básicas. Es un rechazo a la clase política en pleno.En México no nos podemos considerar ajenos a fenómenos como el de Bolsonaro o Milei. Si bien es cierto que económicamente estamos a años luz del desastre argentino, la ineficiencia gubernamental y la tolerancia del Gobierno a la corrupción propia (siempre se persigue la de atrás, nunca la del grupacho en turno) pueden generar un caldo de cultivo idóneo para este tipo de radicalismos.Para la elección del 2024 el pendulazo parece estar descartado: hoy incluso la derecha camina por el lado izquierdo de su carril. La responsabilidad en el manejo monetario del Gobierno de López Obrador, con inflación a la baja y un tipo de cambio fortalecido, nos sitúan muy lejos de un escenario de crisis como la que vive Argentina, que tan solo ayer devaluó su moneda 18 por ciento ante el triunfo del candidato de la extrema derecha. El riesgo está en la creciente ineficiencia gubernamental merced a la incapacidad de la clase política para generar acuerdos y a la soberbia de los gobernantes. Quien sea el próximo Presidente de México, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard o Xóchitl Gálvez, tiene que tomarse en serio la construcción de acuerdos y la eficiencia gubernamental, particularmente en el combate al crimen y en los servicios del Estado. No hay libertad sin justicia, aunque el señor Milei grite carajo siete veces. Pero tampoco hay libertad ni justicia sin un Gobierno eficiente que nos garantice la seguridad pública, el acceso a la justicia y servicios de calidad. Los pendulazos existen y son resultado de la soberbia con la que gobiernan nuestros políticos.diego.petersen@informador.com.mx