Domingo, 06 de Octubre 2024

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El desprecio de la experiencia y el espíritu justiciero

Por: Diego Petersen

El desprecio de la experiencia y el espíritu justiciero

El desprecio de la experiencia y el espíritu justiciero

El presidente López Obrador cree que la reforma al Poder Judicial que el mismo propuso se puede mejorar: nos equivocamos pidiendo que los candidatos a jueces tengan un mínimo de cinco años de experiencia, dijo en la Mañanera, y argumentó que para hacer justicia nada como el idealismo de un joven recién egresado porque conforme pasan los años todos nos volvemos menos comprometidos. Entre más viejos más mañosos, podría ser la síntesis de su argumento.

La juventud es el único defecto que se quita con el tiempo, decía mi abuelo. Para la justicia revolucionaria que imagina López Obrador (ya dijo Fernández Noroña que lo que quieren no es una reforma sino una revolución en el Poder Judicial) lo importante es actuar rápido y en función de convicciones y no con la duda perspicaz de la experiencia ni con el conocimiento de la jurisprudencia. 

Los jóvenes llevan prisa; los viejos son cautelosos. En la mayoría de las culturas el papel de juez se le otorga al más viejo, nunca al más joven. Es el hombre que ha vivido, a aquel que ya no lo mueven las pasiones, el que no lleva prisa, el que ha visto demasiado, el que sabe que se equivocó más cuando se dejó llevar por el primer impulso, a quien se le asigna el papel de hacer justicia. Nada asegura que los viejos son mejores personas que los jóvenes, lo único que tienen de ventaja son las canas y las dudas.

La justicia en México es lenta, tortuosa y tramposa, en el sentido literal de la palabra, pues está llena de trampas y vericuetos. Es cierto que hay jueces corruptos, y muchos, pero más lo es que hay leyes inaplicables y procesos intransitables. La solución no es por supuesto nombrar jueces más jóvenes e impetuosos capaces de brincar las trancas, sino construir un sistema más transparente. Eso no se logra con una reforma a la forma de elección de jueces, magistrados y ministros y un nuevo órgano vigilante, sino con una revisión profunda de las contradicciones del entramado legal y de los procesos judiciales. Esto último fue el espíritu de la reforma penal con los famosos juicios orales que no funcionaron porque dependía de que otros, policías y ministerios públicos hicieran su trabajo.

Tener jueces sin experiencia, pero con espíritu justiciero, no hará una mejor justicia, por el contrario, puede multiplicar los casos fallidos, entre otras cosas por el impulso de hacerlo rápido. Dicho de otra manera: una reforma judicial es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos, sean los que quieren romperlo todo y hacerlo en un mes, o los que no quieren que nada cambie. 

diego.petersen@informador.com.mx
 

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