Si hubo un tema controvertido en el sexenio de Enrique Alfaro fue la seguridad. Su insistencia en que se reconocieran avances contrasta con su incapacidad para reconocer los problemas. Lo que hubo fue, como bien lo definió desde hace años Guillermo Zepeda Lecuona, un implacable combate estadístico de la delincuencia. La guerra de Alfaro fue contra las cifras, no contra los grupos delincuenciales. En eso concentró su atención y su vehemencia.Salvo el robo de autos y los homicidios, en el resto de los delitos hay una enorme cifra negra, pues lo que conocemos es el número de las denuncias, no el número de delitos. El caso más extremo, y quizá por ello el que mejor ejemplifica este problema, es Jilotlán de los Dolores, un municipio tomado por el crimen organizado, donde no hay elecciones y tampoco denuncia de un solo delito. ¿Les creemos que es el municipio más seguro del estado y quizá del país, o mejor dudamos de las cifras? Paradójicamente la cifra más confiable para esta evaluación es la percepción de inseguridad, pues si bien no se trata de una medición de datos objetivos, sí da cuenta de cómo los ciudadanos vivimos la inseguridad. Jalisco bajó 9.1 puntos en seis años (para efectos publicitarios el gobierno lo redondeó en 10) lo cual podríamos decir que es positivo, aunque está muy lejos de llamarse seguro a un estado en el que seis de cada diez ciudadanos se sienten inseguros. Más aún, si lo comparamos con la cifra nacional, donde en el mismo periodo bajó 15.5 por ciento el sentimiento de inseguridad, el magnífico resultado presumido por el gobierno palidece.De las dos cifras ciertas, en robo de autos hay una disminución sensible y es sin duda una buena noticia. En asesinatos no. Pues si bien, al igual que el gobierno federal el de Jalisco presume una tendencia a la baja, si comparamos el número de asesinatos acumulados en el sexenio -como lo publica regularmente Víctor Manuel González Romero en su cuenta de X- la comparación con el periodo anterior es brutal, pues pasamos de 4.4 a 5.7 asesinatos promedio al día. El gobierno siempre encontrará una comparativa en la que la gráfica se vea positiva, pero en materia de violencia no estamos mejor. Y, solo para documentar el pesimismo, somos también el segundo estado con mayor índice de impunidad, solo por debajo de Oaxaca.Mención aparte merece el tema de los desaparecidos, donde el gobierno de Alfaro no solo ha sido insolente, sino profundamente irresponsable. Jalisco es el estado con mayor número de personas desaparecidas y no localizadas. Aún si hacemos caso al discurso del gobernador de que “se van porque quieren”, algo muy extraño pasa en este estado donde hay tres veces más jóvenes que “se quieren ir” que, por ejemplo, en la Ciudad de México, y una letalidad en esos desaparecidos de más del doble que el promedio nacional: 15 de cada 100 desaparecidos en nuestro estado son encontrados muertos. La desaparición en Jalisco es un fenómeno vinculado al control territorial del crimen organizado y representa un profundo dolor para miles de familias sin que el gobierno se digne siquiera a escucharlos. Esta indolencia es, sin duda, la peor de las herencias de Alfaro.diego.petersen@informador.com.mx