Pocas elecciones estatales han levantado tanto interés y morbo como la del Estado de México. Es la antesala de la presidencial; es la consolidación del proyecto de Morena; y para muchos, es la muerte del PRI y por tanto de la alianza.Edomex es el Estado priista por antonomasia. No sólo vio nacer y consolidarse el grupo más emblemático y prototípico del priismo, el grupo Atlacomulco, cuya historia comienza antes incluso del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, el famosos PNR, abuelo del PRI, sino que fue el que regresó al PRI a la presidencia tras la derrota del año 2000 con Peña Nieto y Videgaray a la cabeza. Uno de los hijos más esclarecidos de este grupo fue nada menos que el profesor Carlos Hank González, el hombre que le dio al PRI la frase que construyó su identidad e hizo del poder y de la corrupción una misma cosa: “Un político pobre es un pobre político”. Cuesta trabajo pensar al PRI sin el Estado de México, imaginar a la torta sin el jamón o el mole sin guajolote. Sin embargo, reducir al PRI al Estado de México es un salto mortal más cercano a un deseo inconfesable que a un análisis político serio. El golpe es indudable. Si los resultados son los que dicen las encuestas, para 2024 el PRI gobernará sólo Durango y Coahuila y será segunda fuerza quizá en tres o cuatro estados del país. Esto le augura entre siete y ocho senadores por elección directa en el próximo Senado de la República y hasta cinco por mayoría relativa, nada muy distinto a los 13 actuales. Sería un partido de tamaño similar a MC.Lo que sí pierde definitivamente el PRI con la derrota en el Estado de México es la caja chica (que de chica tenía muy poco). Desde ahí se financiaron decenas de campañas en todo el país y el partidazo se despidió esta semana del Estado de México con otro escándalo para que no lo extrañen: la desviación de cinco mil millones de pesos del erario a la campaña de Alejandra del Moral.El golpe que significará la muy probable derrota del PRI el domingo es descomunal, aunque no letal. Al no tener poder no habrá nada que lo cohesione, pasará a ser parte de la chiquillada, y quedará en manos de algunos pocos con “Alito” al frente administrando la franquicia y la derrota. La desbandada no será menor y quizá en algunos años veamos que le cambien de nombre para no cargar con el lastre de la vieja corrupción y quedarse sólo con la nueva, la de los nuevos gestores de la franquicia.El PRI no morirá en la elección del domingo, pero comenzará su inexorable camino a la enanez política.diego.petersen@informador.com.mx