Jueves, 09 de Enero 2025

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Drogas: Atender las causas

Por: Diego Petersen

Drogas: Atender las causas

Drogas: Atender las causas

Fiel a su guion y su voluntad de seguir paso a paso el camino marcado por su antecesor, la presidenta Claudia Sheinbaum lanzó una campaña en medios tradicionales y digitales para prevenir el uso de las drogas. López Obrador se gastó todos los tiempos oficiales en una campaña cuyo único logro fue tranquilizar la conciencia del presidente que creía estar haciendo algo por los jóvenes. La campaña nunca fue evaluada, no sabemos qué impacto tuvo, si hubo una reducción en el uso de drogas o si al menos se puede ver un cambio en las tendencias en los datos fundamentales, como la edad de inicio en el consumo de drogas (alcohol y cigarro incluidos), tipo de droga usadas, etcétera. Fueron disparos al aire, fuegos pirotécnicos que solo hacían ver como si el gobierno estuviera haciendo algo.

Así como en el discurso sobre combate a la violencia los gobiernos morenistas insisten en que hay que atender las causas, lo mínimo esperable en una verdadera batalla contra las drogas es atender las causas, las de verdad. Así como la causa de la violencia no es la pobreza y por lo mismo los programas sociales no redujeron la inseguridad, tampoco la causa de la adicción es la ignorancia: informar a la población sobre los efectos nocivos del consumo de sustancias adictivas no reduce la adicción.  

Lo primero que hay que tener claro es qué se quiere lograr: se busca reducir el consumo o combatir las adicciones. Son dos cosas y por lo tanto requieres de estrategias completamente distintas. Evitar el consumo implica una política prohibicionista, eliminar lo más posible la oferta de todo tipo de sustancias adictivas. Combatir la adicción requiere una regulación de la oferta y, sobre todo, entender el origen de la adicción. Eso implica programas específicos para atender las causas, tan variadas como disímbolas, por las que los jóvenes se inician en el consumo. No es lo mismo el problema de violencia y desintegración familiar, que el consumo en centros de trabajo, las adicciones vinculadas a depresión, estrés, ansiedad, o quienes se enganchan simplemente por la necesidad de pertenecer. Hay experiencias internacionales en ambos sentidos, con resultados poco alentadores. Las políticas prohibicionistas generan daños colaterales, principalmente violencia, y en los países con políticas regulatorias más liberales los programas de atención van siempre detrás de las necesidades. 

Es cierto, el problema de consumo y de adicciones en México está lejos de ser el mismo que el de Estados Unidos, pero no hay nada de qué congratularnos: estamos siguiendo sus pasos con la atingencia de un buen alumno. Si algo hemos de hacer no es regodearnos en La Mañanera del problema ajeno, sino aprovechar la triste experiencia de los vecinos del norte para no repetirla.

diego.petersen@informador.com.mx

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