Después de escuchar al Presidente atacar de manera artera y falsa a quien fuera la Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, Karla Quintana (como siempre que miente, López Obrador se rascó la cara y se le secó la boca, dos gestos que repite cada día más) las preguntas obligadas son: a qué le tiene miedo el Presidente, y cuándo va a renunciar el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas, responsable y hasta hace unos meses principal promotor, desde el Gobierno morenista, de la creación del censo que hoy el Presidente quiere destruir porque le es incómodo. La dignidad de Encinas desapareció hace tiempo, cuando aceptó ser un subsecretario de Migración sin vela en ese entierro, un subsecretario de Derechos Humanos con una comisión manipulada, un subsecretario al que los militares y los duros del Gobierno le pasaron por encima una y otra vez. El miedo del Presidente es relativamente nuevo.Desde que el ex secretario de Gobernación Adán Augusto decidió que había que tomar el control de las cifras de desaparecidos, Encinas quedó borrado y la Comisión Nacional de Búsqueda expuesta políticamente. Los ataques del Presidente en contra de la comisionada en lo personal y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como institución tienen un solo objetivo: cambiar la cifra y la narrativa en torno a la desaparición en México. La metodología, la forma de registrar a las personas denunciadas como desaparecidas y de reportar día a día la personas que son localizadas es lo que ha permitido comprender la dimensión del fenómeno. Lo que no le gustó al Presidente es que le lleven la cuenta, pues, lo sabe muy bien, la narrativa del combate al crimen organizado de Felipe Calderón se derrumbó el día que le empezaron a contar los muertos. La llamada estrategia de seguridad del Gobierno de López Obrador evidencia su fracaso cuando observamos el número de personas desaparecidas y no localizadas que se acumulan a lo largo de su mandato.Un censo realizado por operadores políticos de un Gobierno es por definición no confiable, pues de lo que se trata es de reducir el número. Así lo pidió el Presidente y así se lo van a dar, mostrando cuatro o cinco casos de nombres repetidos o alguno que regresó y no fue dado de baja de la lista y con eso van a argumentar que hay muchos menos desaparecidos de los que se dice. Quienes están haciendo trabajo de campo en este tema lo que han observado es todo lo contrario, que hay un subregistro enorme de personas desaparecidas, aquellos que por temor sus familiares no denuncian su desaparición ni los buscan.Sí, el Presidente le tiene miedo, mucho miedo a los desaparecidos, porque, desde su silencio profundo, cada historia, cada ficha colgada en la redes o en los postes de una ciudad, cada familia rota, habla del fracaso de su política de seguridad.diego.petersen@informador.com.mx