Lunes, 02 de Diciembre 2024

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Delirio

Por: Diego Petersen

Delirio

Delirio

El poder es delirante. Todos los poderosos tienden a confundir la realidad. Es cierto lo que dice López Obrador: el presidente es el hombre mejor informado del país, lo cual no quiere decir que el país que él ve y menos el que nos platica sea el real. El presidente puede recibir información distorsionada, sin duda, pero el problema central de la distorsión está en la forma en que el delirante procesa la información.

Nos hemos reído hasta el cansancio del delirio del presidente que informó que el sistema de salud ya era mejor que el de Dinamarca. De los gritos (porque eso no fue un discurso) de la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, en el Congreso al entregar el VI informe “del mejor presidente de la historia de México”. O de la votación a mano alzada sobre la elección de jueces, magistrados y ministros del poder judicial con cero votos en contra, cero abstenciones y todos, los que hayan sido, a favor del proyecto del presidente. O de la propuesta de poner en letras de oro en el Congreso de Oaxaca, junto a las frases célebres de Juárez y de Zapata, el lema de campaña “Por el bien de todos, primero los pobres”. El problema es que detrás de estas escenas, mezcla de las películas “La ley de Herodes” de Luis Estrada y “Bananas” de Woody Allen, hay un país en juego.

La secretaria de Gobernación puede pensar lo que quiera sobre el gobierno y sobre el presidente para el que ella trabaja. Lo que hay que reclamarle es que pierda la perspectiva de su rol. Ella no estaba en un mitin, estaba como representante del Poder Ejecutivo en un acto de rendición de cuentas frente al Poder Legislativo. No hay presidente que no sea triunfalista, todos lo han sido y lo serán, en mayor o menor medida. Lo que es delicado en el caso de los políticos poderosos, sea el presidente o algunos de los connotados gobernadores, es brincar de la manipulación a la quimera; de la información a la distorsión de la realidad. 

Todo exceso de poder genera distorsiones. ¿Cómo saber cuándo pasamos de un ejercicio de manipulación propagandístico propio de la política al delirio? No hay manera, no hay un punto de quiebre en el delirante, sino un continuo en el que la manipulación se transforma en hábito. 

No hay poderosos buenos o malos; hay poderes acotados y poderes sin freno que conducen al delirio. Reírnos del poder es una sana costumbre, porque desacraliza al poderoso, pero no basta. Necesitamos, por el bien de todos, construir y defender los contrapesos, esos que, en el delirio, el presidente ha convocado a dinamitar. Si alguien tiene duda para qué sirven, ahí está el sexto informe.

diego.petersen@informador.com.mx

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