Domingo, 24 de Noviembre 2024

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Contrapoder

Por: Diego Petersen

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A Carmen Aristegui

El periodismo es contrapoder. Son los gobiernos los que van y vienen, los que cambian de banda, los que se acomodan a la circunstancia. Son los políticos los que dicen una cosa en campaña y terminan, por la razón que sea, haciendo otra, los que pactan, los que olvidan sus orígenes, los que tienen hijos que se aficionan a la buena vida, los que creen que merecen un lugar en los altares de la Patria. Los buenos periodistas no son los que no tienen defectos o con los que estamos de acuerdo siempre, ni siquiera los que no cometen errores, sino aquellos que entienden que su trabajo es cuestionar al poder, sin importar quién lo detente.

El ataque del presidente a la periodista Carmen Aristegui, uno más a otra, otro, periodista es un abuso de poder. El poderoso que estigmatiza, condena, acusa, señala, denuesta, se burla, incita a sus huestes usando el cargo público que se le ha conferido no está ni estará en igualdad de circunstancias con el periodista que le critica. Es una relación desigual y el derecho de réplica, lo han repetido una y otra vez los expertos, no es derecho al pataleo, sino a ofrecer datos, aunque sean esos amañados “otros datos”.

Cualquiera que conoce y ha seguido la trayectoria de Carmen Aristegui sabe que es la misma Carmen desde sus inicios en Imevisión. A algunos les caerá mal, a otros nos cae bien; algunos cuestionan su forma de hacer periodismo, otros la aplauden, pero nadie puede decir que no es la misma Aristegui, esa que hizo renegar a Vicente Fox, la que puso contra las cuerdas a Felipe Calderón, la que acabó con el gobierno de Enrique Peña Nieto tras la difusión del reportaje de la Casa Blanca que realizó con el equipo de investigación de Aristegui Noticias encabezado por Daniel Lizárraga y compuesto por Irving Huerta, Sebastián Barragán y Rafael Cabrera. En menor o mayor medida todos los presidentes se han quejado de su trabajo y han presionado a las radiodifusoras que la transmitían. López Obrador prefiere la denostación y el insulto.

Al presidente nunca le gustó el periodismo de Carmen Aristegui ni ningún otro periodismo de investigación: lo que le gusta son los efectos que este periodismo tiene en sus adversarios. El periodismo que aplaude es el que está a su servicio, el que tiene causa, su causa. No podemos decir que López Obrador involucionó, tampoco que evolucionó, sólo se camufló: sigue siendo el mismo hombre de poder con matriz política del más rancio PRI de los sesenta y setenta, con sus virtudes y defectos, con un profundo y arraigado sentido de la justicia social y una enorme intolerancia a la crítica.

El oficio del periodista no es agradar el poder sino equilibrarlo. Si los poderosos, del presidente para abajo, están enojados, es que algo se está haciendo bien.

diego.petersen@informador.com.mx

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