Primero el equipo de Claudia Sheinbaum impugnó que fuera el laboratorio de redes sociales Signa Lab del ITESO el que procesara las preguntas para el primer debate porque, argumentaron, su directora, Rossana Reguillo, había expresado en sus redes sociales opiniones contrarias a la Cuarta Transformación, como si criticar acciones de gobierno fuera literalmente contradecir un dogma, un pecado mortal, de esos que no se quitan ni con años de purgatorio. Después Morena impugnó la designación de Manuel López San Martín como moderador del debate porque, argumentaron, el conductor de noticias de ADN 40 emitió en su momento opiniones contra las decisiones que tomó quien fuera el zar antipandemia, Hugo López-Gattel. Por la posición que ocupaba Gattel y por las decisiones que tomó es sin duda el funcionario público más cuestionado y criticado en esta administración. Dicho de otra manera: no van a encontrar un periodista independiente que no haya dicho o escrito algo sobre el personaje que manejó la pandemia de una manera, digámoslo suave, tan controversial. Ahora Sheinbaum se queja de que sean los conductores designados y no el INE quien escoja las 30 preguntas que harán a los candidatos de entre las 108 que filtró Signa Lab. Lo que hace Claudia es sembrar la duda sobre la imparcialidad tanto de López San Martín como de Denise Maerker, una periodista que ha probado una y otra vez que no se quiebra.La pregunta es: ¿por qué teme Claudia Sheinbaum al debate? Ahora sí que al menos en el papel, como dicen los comentaristas de futbol, la candidata de Morena tiene todo: más preparación, más experiencia, más conocimiento del gobierno. Evidentemente, al ser la puntera en las encuestas es la que tiene más que perder, sin embargo, por el formato de este primer debate, ni siquiera corre el riesgo de ser confrontada por los otros candidatos, pues se trata de preguntas hechas por ciudadanos a través de redes. Su desempeño depende más de ella misma que de los que hagan o dejen de hacer Xóchitl y Máynez.Tiene, pues, al menos en apariencia, poca lógica tanta impugnación, salvo que lo que estén construyendo Morena y Claudia sea una estrategia para desacreditar el debate en caso de que las cosas no salgan bien, y tener argumentos para presionar a las autoridades del INE de cara a los siguientes encuentros. Estirar la liga, llevar las cosas al límite para ganar terreno, ha sido la estrategia política de Morena y del Presidente los últimos cinco años. Les ha dado resultado. Lo que no puede obviar ni olvidar Claudia es que el desdén de López Obrador a los debates en 2006 le costó muchísimo. Ahí empezó la caída que a la postre le costó la elección. Lejos de ayudar, el que Claudia esté reclamando todas las decisiones arbitrales antes de jugar, sólo la hacen ver nerviosa e insegura por un partido que, al menos en el papel, parece ganado. O, ¿sabe ella algo que nosotros no sabemos?diego.petersen@informador.com.mx