Guadalajara cumple hoy 481 años y muchos habitantes de la ciudad preguntarán cuáles son los motivos para celebrar. Muchos se atreverán a decir incluso que “la perla” nunca había estado tan mal. La ciudad, es cierto, tiene hoy enormes problemas de circulación, de mala calidad del aire, de escasez de agua, de inseguridad, de desigualdad social, de falta de servicios públicos, de disposición de la basura, de indigencia, de consumo de drogas, etcétera. Si lo medimos en cantidad e intensidad de los problemas, efectivamente, la ciudad de los cinco millones tiene retos mucho más complejos que cuando tenía un millón, allá a mediados de la década de los sesenta, o aún antes, cuando era el modelo de vida provinciana y se recorría de punta a punta en quince minutos… a pie.Todas las ciudades tienen un pasado glorioso, un momento en que su atractivo las hizo crecer. El “punto” de Guadalajara se puede ubicar justamente entre los años treinta y setenta del siglo pasado, cuando todo parecía funcionar mejor. Sin embargo, la ciudad de hoy es en muchos sentidos superior, no sólo como un lugar para trabajar, pues la economía de Guadalajara es enormemente más rica y compleja, sino incluso para el desarrollo personal. Hoy tenemos más y mejores universidades, más y mejores espacios públicos, más y mejor transporte público, más y mejores empresas, pero, sobre todo, mucho mayor diversidad cultural. Hoy Guadalajara es una ciudad compleja y diversa.Para bien y para mal, la ciudad provinciana del siglo pasado dejó de existir, se hizo anónima y en muchos sentidos inasible. Nos quedó grande a todos y, por lo mismo, en ella cabemos todos. Hoy ninguna institución, grupo o persona tiene control sobre lo que sucede en esta urbe desbordada. La sensación de ingobernabilidad crece, las posibilidades de una planeación urbana se desvanecen y, sin embargo, los encantos de la ciudad del siglo XXI están en otro lado: en su diversidad y su caótica explosión de posibilidades.Sin dejar de ver los retos, Guadalajara merece ser festejada sí como lo que fue, pero sobre todo como lo que puede ser. Los problemas no son muy distintos a los de las grandes ciudades de México y Latinoamérica; las virtudes son propias, y eso es lo que tenemos que destacar. Celebrar la ciudad a sus casi cinco siglos de existencia, más allá de carruseles y espectáculos de luces, es entender lo que somos y lo que nos hace únicos en el mundo. Contarnos nuestra historia y proyectarnos a futuro es la gran tarea pendiente.diego.petersen@informador.com.mx