La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, se reunió con abogados y padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos hace casi una década en la tristemente célebre Noche de Iguala. La promesa fue seguir investigando, lo cual en lenguaje político no significa otra cosa que seguir pateando el bote, atender políticamente a los padres, es decir, recibirlos de vez en cuando, darles algún apoyo, reconocer el movimiento de los estudiantes, pero nada que tenga que ver con hacer justicia.El giro de López Obrador en el caso Ayotzinapa se dio cuando tuvo que optar entre su fiscal, Omar Gómez Trejo, y su subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, o el Ejército. Optó por el segundo. Abandonó la lucha por la verdad y los derechos humanos a cambio de tener el apoyo político de los militares.Si el Presidente López Obrador dobló las manos frente a las Fuerzas Armadas, el margen que tiene la presidenta electa es mínimo por no decir nulo. Lo único que se puede esperar de la próxima presidenta es que siga “administrando la verdad” en espera de que los padres se cansen, envejezcan, no puedan seguir con sus demandas. Son un pequeño grupo en una lucha desigual frente al Estado y las Fuerzas Armadas; contra el crimen organizado y sus tentáculos en el Ejército, en el Poder Judicial y en las policías.La hipótesis que nunca quiso investigar el Presidente tiene que ver con el involucramiento de las Fuerzas Armadas con el crimen organizado, particularmente con el tráfico de heroína desde Iguala, Guerrero hacia Chicago. Había indicios suficientes de que la desaparición se dio en ese contexto y que los militares hicieron y supieron más de lo que se dijo originalmente. En el mejor de los casos ocultaron información para proteger sus propios delitos.Lo más probable es que dentro de seis años, en el 2030, cuando el sexenio de Claudia Sheinbaum esté a punto de concluir, seamos testigos de un evento de promesas a los padres (lo imagino muy similar, solo aún más decadente y falso) en el que la presidenta dirá que la herida de los 43 estudiantes sigue abierta, que el Estado está en deuda con los desaparecidos y los padres, y que seguirán buscando. Claudia Sheinbaum y la generación del 68, esa a la que la presidenta electa dice orgullosamente pertenecer, está condenada a repetir los mismos errores que esos políticos a los que tanto criticaron y contra los cuales marcharon cada 2 de octubre, por una sencilla razón: las lógicas del poder son las mismas hoy que hace cincuenta, sesenta, o mil años.La lógica del poder no cambia, lo que puede cambiar es la ética del poder. Eso es lo único que puede llevar el caso Ayotzinapa por un derrotero distinto.diego.petersen@informador.com.mx