Para el presidente el asesinato de un periodista en Zitácuaro es un hecho lamentabilísimo, pero no tiene rostro, nombre ni apellido. No fue capaz de mencionarlo por su nombre. Nadie le pasó una tarjeta, al menos para que sus condolencias a la familia y amigos parecieran de verdad. Para López Obrador los únicos que tienen nombre y apellido son los que él considera sus adversarios. A Loret lo ha mencionado 107 veces en los últimos 35 días. A Carmen Aristegui la propuso como candidata de la oposición cuando él sabe, aunque ya no quiera acordarse, que su trabajo siempre ha sido, como buena periodista, cuestionar y revisar el poder. No se le olvida el nombre de López Dóriga, Joaquín le dice y lo tutea en las mañaneras con desprecio. Héctor Aguilar Camín y Enrique Krause se le atoran en la garganta, los menciona una y otra vez como ideólogos del conservadurismo, una palabra que ya no significa nada. Armando Linares, director del medio digital Monitor de Michoacán, asesinado en su oficina mientras trabajaba, no tiene nombre.Según el subsecretario de Derechos Humanos y Población, Alejandro Encinas, Armando Linares no aceptó la protección y “ahí están las consecuencias” (sic) y algunos periodistas han perdido la vida porque “no cumplieron con los protocolos de seguridad” (doble sic). Los asesinatos siguen en la impunidad porque “las fiscalías no funcionan”. Las cosas, concluyó con ligereza “ya no pueden seguir así, tiene que haber cambios” (triple sic). Se olvida el subsecretario que ya no es oposición sino parte del gobierno, que él es el responsable de estos asuntos desde hace tres años y que la Fiscalía General del República, esa que anda tan ocupada resolviendo los pendientes personales del Gertz Manero, tiene una Fiscalía Especializada en Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión cuya misión es justamente atraer y atender estos casos para que no queden impunes.Mientras los periodistas asesinados no tengan rostro, nombre y apellido, mientras el estado en su conjunto y particularmente el gobierno de López Obrador lo vea como un asunto lamentable que usan los opositores para golpear al presidente, el único mexicano que merece atención, compasión, defensa y admiración, la indefensión de los periodistas de a pie será mayor.No, no mataron a un periodista de Zitácuaro. No, no son ocho periodistas sin rostro asesinados en lo que va del año. Son ocho personas con nombre y apellido que dejaron de decir lo que pensaban porque a alguien les incomodó su voz: José Luis Gamboa (Puerto de Veracruz, Veracruz), Margarito Martínez (Tijuana, Baja California), Lourdes Maldonado (Tijuana, Baja California), Roberto Toledo (Zitácuaro, Michoacán), Heber López (Salina Cruz, Oaxaca), Jorge Camero (Empalme, Sonora), Juan Carlos Muñiz (Fresnillo, Zacatecas) y Armando Linares (Zitácuaro, Michoacán).diego.petersen@informador.com.mx