Enrique Alfaro sabe mucho de muchas cosas, entre otras de futbol, que es su pasión, entiende, al parecer algo de automovilismo y no poco de política, pues ha construido una carrera en el servicio público ganando elecciones para la presidencia municipal de Tlajomulco, luego de Guadalajara y posteriormente el Estado de Jalisco. De lo que no entiende mucho es de equilibrio de poderes, nada de periodismo y en tolerancia a la crítica y empatía con las víctimas es francamente nulo.En su informe de seguridad, ante un pequeño grupo de políticos y empresarios afines, el gobernador recetó una serie de cifras donde demuestra que estamos mejor que en 2018. Sabemos que en política la estadística es una de las formas favoritas de la mentira, pero aceptemos que en los delitos que el equipo del gobernador escoge y la manera en que los ven tienen razón. La pregunta obvia es si todos los demás estamos obligados a ver lo que él ve, sólo lo que él ve y como él lo ve. Pensando bien, esa es la raíz del desacuerdo del gobernador con algunos medios, esos medios que según él quieren que le vaya mal a Jalisco. Y es ahí donde las aseveraciones de Alfaro pierden piso y lógica.Señalar las cosas que están mal no significa que alguien quiera que le vaya mal al Estado. Cualquier atlista sensato reconocerá que su equipo hizo una pésima temporada después de dos campeonatos, y los que somos Chivas hemos dicho que el equipo ha sido un desastre los últimos años. Eso no significa en ningún caso que hayamos deseado que les fuera mal o que actuemos en contra de los intereses del equipo. Si un medio dice que las cosas no van bien no es para que se pongan peor sino para exigir a quienes están al frente del Gobierno que lo hagan bien o si se quiere, mejor. Peor aún, repetir que las cosas están bien, publicar sólo la versión del Gobierno para que el gobernador se vea en el espejo y encuentre un bonito reflejo, no sirve para nada. Hacer una interpretación, muy libre y sin dato alguno que lo sustente, de que los grupos de crimen organizado se agarran a balazos en las calles de la ciudad “para lastimar la imagen del Estado” es absurdo y egocéntrico y lo que sí lastima es la inteligencia de los ciudadanos.No preocupa que un gobernador quiera mejorar la percepción de la inseguridad, ni siquiera que discuta el punto de vista desde el cual se interpretan los datos, lo que resulta preocupante es que vea complot en cualquier interpretación distinta a la suya, y que use, cual aprendiz de López Obrador, la tribuna pública del cargo que se le ha conferido temporalmente, para denostar y atacar con nombre y apellido a quienes no están de acuerdo con él. El enemigo está en otra parte.