La credibilidad hay que traerla de donde esté, no importa cuánto cueste, suelen repetir los asesores de imagen de los políticos. En momentos en que su popularidad está a la baja, Enrique Alfaro tenía que buscar reflectores donde los hubiera. Los encontró en el Vaticano.La popularidad y la credibilidad el gobernador de Jalisco no está en su mejor momento. De acuerdo con las tres empresas de estudios de opinión que hacen un ranking de gobernadores, la popularidad de Alfaro está entre 35 y 40 por ciento. CE Research le da 40 puntos de popularidad y lo ubica en el lugar 17 del ranking; Consulta Mitofsky, de Roy Campos, lo evalúa prácticamente igual, con 39.5, pero le asigna el lugar 28 entre los gobernadores; la encuesta de Alejando Moreno para El Financiero lo pone en lugar 29 con 35 por ciento de aprobación dándose un tiro en el sótano con Cuauhtémoc Blanco de Morelos y David Monreal de Zacatecas.La reunión con el Papa Francisco no lo va a sacar del hoyo, pero sí le permite conectar con un grupo de la población que ve con buenos ojos al líder de la iglesia católica en el mundo. Pero, otra vez la misma pregunta: ¿sirvió de algo para los habitantes de Jalisco la reunión del gobernador por 25 minutos con el Papa? No. Los resultados presumidos, el primero de ellos la vinculación con la Fundación Scoolas, se pudo haber hecho igual sin la presencia del gobernador, y el segundo y más cacareado, una “bendición especial” del Papa a los habitantes de Jalisco, es además de demagógica una violación al Estado laico. Bienvenida la bendición del Papa, pero el gobernador no es el conducto adecuado. Como titular del Poder Ejecutivo, Alfaro no puede asumir la intermediación de un líder religioso, por más que la mayoría de los jaliscienses se declaren católicos.Mantener la laicidad del Estado y el correcto entendimiento de este principio por parte de los gobernantes no es un asunto accesorio o incluso anacrónico como quisieran verlo algunos. La laicidad no es la anulación de la fe sino la defensa del derecho a la creencia de todos y la obligación del Estado de garantizar que cada uno crea lo que guste. En lo personal el gobernador puede practicar su fe con quien quiera y donde quiera, e incluso hacerla pública, pero nunca como representante del Estado.Ya veremos en el informe de Gobierno si la visita al Papa Francisco aparece como gran logro de la administración alfarista o si al menos mejora la imagen y credibilidad del gobernador, pero me temo que, parafraseando al gran Miguel de Unamuno, lo que el ejercicio de Gobierno no da, el Papa no presta. diego.petersen@informador.com.mx