Ya nos acostumbramos, o si se quiere nos mal acostumbramos, a que en este Gobierno no hay secretarios de Estado sino secretarios particulares por tema; no hay carteras sino encargos. Sabemos de sobra que el director del IMSS puede organizar festejos del bicentenario y el secretario de Turismo encargarse del transporte ferroviario. Sabemos también que, por lo mismo, el secretario o secretaria de Gobernación no tiene las funciones que solía tener en los gabinetes de otros gobiernos. Olga Sánchez Cordero pasó por Bucareli sin enterarse de gran cosa; la política se hacía en Palacio y la hacían otros.La llegada de Adán Augusto López, un político de larga carrera y, en el momento de su nombramiento, gobernador de Tabasco, parecía ser, con todas las limitantes de un Presidente omnipresente, el regreso de la política al Palacio de Cobián. Los primeros meses fue el interlocutor que el Gobierno de López Obrador no tenía. Regresó el diálogo, se construyeron puentes ahí donde no los había, y el otro López se convirtió en la cara amable de régimen. Mientras el Presidente desde la Mañanera bombardeaba a los opositores, Adán Augusto recogía el tiradero y tejía acuerdos, bajaba la temperatura de los ánimos, apagaba los fuegos.Pero un día el Presidente decidió hacerlo corcholata. Lo destapó, lo tiró al piso, al igual que al resto, y lo obligó a jugar el juego de la silla. Si Adán Augusto quiere ser candidato tiene que subir en las encuestas, ser conocido entre los morenistas, pero sobre todo tiene que ser el más obradorista de los obradoristas, pues sabe que hay que ser popular entre los electores, pero sobre todo ser el favorito del gran elector. Urgido de popularidad, el bombero se convirtió en pirómano. El tragahumo ya no apaga fuegos, ahora provoca incendios. Primero decidió participar directamente en campañas y dinamitar desde su posición al Instituto Nacional Electoral. Luego se metió a operar (en política, eufemismo de presionar, chantajear y extorsionar) con diputados y senadores, y ahora le ha dado por atacar a los gobernadores de oposición revelando incluso conversaciones personales que lo desacreditan como interlocutor.Vamos a un fin de sexenio muy agitado, con un Presidente decidido a jugarse el futuro en una elección. Las dos instituciones que solían ser confiables políticamente, las Fuerzas Armadas, porque no se metían en grillas y eran apartidistas, y la Secretaría de Gobernación, porque tenía como encargo la gobernabilidad y la construcción del diálogo, han perdido su calidad de neutralidad y confiabilidad. Malas noticias: viene la temporada de incendios y tenemos al frente del departamento de bomberos a un pirómano que goza provocándolos.