Lo hizo como promesa. Como una promesa de venganza ante la Corte porque ésta echó para atrás el decreto para que la Guardia Nacional (GN) dependa de la Secretaría de la Defensa. Ni modo: el paquete de leyes promovidas por el propio Presidente que creó a la GN en 2019, y votaron a favor todos los partidos, dice que debe depender de un civil. Se hizo famosa la defensa un tanto cantinflesca de la entonces secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, diciendo que la Guardia era civil, aunque estuviera compuesta por puros militares, porque dependería de la Secretaría de Seguridad. No se puede, pues, culpar a la Corte. Pero el Presidente prometió que enviará una nueva propuesta de ley el día de su último informe para modificar el 21 Constitucional y que, ahora sí, la Guardia dependa de la Secretaría de la Defensa. La promesa es perversa. Es perversa porque desenmascara la idea de militarización. Si con la ampliación del transitorio la Sedena se haría cargo de la Guardia Nacional hasta el 2028, con un cambio constitucional como el que promete se daría carta de naturalización a la seguridad pública militarizada. Un pretendido último acto de poder para que quede claro que piensa ejercer el poder hasta el último segundo y más allá. Es perversa porque el mensaje para las Fuerzas Armadas es que, si quieren seguir manejando la seguridad pública, con el presupuesto y el poder que ello implica, Morena y sus aliados deben tener dos terceras partes de los escaños en las dos cámaras. Tener que defender sus intereses mete de lleno a los militares en el juego político y electoral. Antes, para bien y para mal, los verdes sabían que ganara quien ganara su situación y posición no cambiaba. Hoy el Presidente les puso la zanahoria y eso despertará ambiciones.La promesa perversa es en realidad una amenaza para quien sea el nuevo Presidente o Presidenta. Si su movimiento logra las dos terceras partes del Poder Legislativo en las elecciones del 2024 le va a dejar tendida la cama a quien lo suceda. De entrada, parece complicado que cualquier partido logre, aun con alianzas, tener mayoría calificada para una reforma constitucional. Sin embargo, después de ver la patética pasarela de los opositores, incapaces de construir un discurso de futuro que emocione o al menos dé esperanza, es un escenario que no se puede descartar. El principal preocupado o preocupada por que Morena no gane con una mayoría aplastante debe ser la “corcholata” que se saque el premio mayor porque el Presidente ya dejó claro que, si lo logra, seguirá ejerciendo el poder, ahora desde la representación de su partido en el Poder Legislativo y de las Fuerzas Armadas. ¿Promesa o amenaza? Yo no tengo duda de que es lo segundo.diego.petersen@informador.com.mx