¿Veremos a un ex presidente en la cárcel? Por primera vez en la historia reciente un ex presidente es oficialmente investigado por la Fiscalía General de la República. No es un asunto menor, es un cambio radical en las formas políticas de este país. No tocar a los ex presidentes aseguraba que no tocarían al presidente en turno cuando terminara su periodo. Había que matar el poder del Tlatoani saliente, golpear a su grupo político, Zedillo cruzó incluso una barrera hasta entonces infranqueable que fue tocar a la familia de su antecesor, Carlos Salinas, pero ninguno había investigado formalmente a un ex presidente.No pasaron cinco horas de que López Obrador dijo en la mañanera que él había cumplido con hacer la consulta pero que no perseguiría a Peña Nieto cuando la Fiscalía, tan autónoma ella, dio a conocer que se investiga al ex presidente por varios delitos, electorales, patrimoniales y financieros, en al menos tres carpetas distintas. Podríamos aplicarle en este caso la máxima aquella de explicación no pedida acusación manifiesta, pero a estas alturas nadie tiene duda de que es el presidente en persona quien administra el golpeteo en este país. Es el gran hacedor de política y el único que tiene el poder (además, ayer mismo el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, dio claras muestras de su incapacidad política).¿Quién rompió el pacto, Peña metiéndose en la elección del Estado de México o López Obrador procesando a Peña? Lo más seguro es que ambos. En cualquier caso, el rompimiento de esos pactos es positivo para el país. Que los ex presidentes rindan cuentas por los delitos que presuntamente cometieron es muy sano, significa el fin del pacto de impunidad más arraigado en nuestra cultura política. De ahí a que se haga justicia hay un abismo. Para un animal político como lo es López Obrador lo importante es el poder, no la rendición de cuentas. Su obsesión es la elección del Estado de México y lo que ella significa de cara a la sucesión del 2024. Pero enfrente tiene a otro animal político. Si una virtud tenía Peña era su capacidad para construir políticamente. Hoy a la luz de los malos resultados de su sexenio nos olvidamos de sus habilidades y sobre todo del poder que aún tiene en su estado natal.La de Peña y López Obrador no será una batalla larga. Su límite es la elección del Estado de México dentro de 10 meses. En el inter vamos a ver de todo, excepto, me temo, la imagen de un ex presidente tras las rejas.diego.petersen@informador.com.mx