Cualquiera que sea el candidato del Movimiento asegura la continuidad de la transformación, dijo López Obrador. El mensaje está dirigido a los seguidores de Morena y es muy simple: el presidente no se va a equivocar en la selección del candidato, quien yo decida es el bueno. En términos retóricos es correcto; sin embargo, la pregunta de fondo es: ¿habrá continuidad en las políticas públicas del presidente en el próximo gobierno si gana Morena? Me temo que no, al menos por tres razones. La primera y más importante es porque muchas de las políticas aplicadas por este gobierno requieren una urgente revisión. No se puede continuar con la actual política de salud que ha fracasado rotundamente, ni con el discurso de abrazos y no balazos que no reduce la violencia, ni con una política social que crea clientelas, pero no reduce la pobreza. Tampoco con la parálisis del gobierno y los organismos de Estado por una mal entendida austeridad. Si cualquiera de las tres corcholatas llega a la presidencia lo primero que tendrá que hacer es enfrentarse a la realidad.La segunda razón es el contexto: quien gane la presidencia en 2024, sea del partido que sea, no tendrá las condiciones de mayoría en el Congreso que tuvo López Obrador. Suponiendo que Morena se lleva la elección presidencial, difícilmente lo hará con mayoría en las cámaras. Eso implica negociar, ceder, intercambiar prioridades, en fin, hacer política y adaptarse a las condiciones que le toquen.La tercera es estrictamente política. El presidente que llegue, aun Claudia Sheinbaum o Adán Augusto que parecen más abyectos que Marcelo Ebrard, tendrán que construir su identidad propia al frente del gobierno si es que de verdad quieren ejercer el poder. Hay que matar al padre; el rey ha muerto, viva el rey. Lo primero que tendrá que hacer el que llegue es mandar mensajes claros y contundentes de que hay un nuevo presidente y que López Obrador no manda. Si no lo hace de inmediato cada día que pase le costará más trabajo tomar las riendas del poder y encontrar su lugar en una silla que estará todavía caliente, pues, contrario a lo que hizo Peña Nieto, que abandonó el poder desde el día que perdió la elección, López Obrador lo ejercerá hasta el último minuto.Nada es personal, todo es política. La continuidad, el legado, como cursimente le llaman los políticos a sus aciertos y errores cometidos durante la gestión, no está asegurado. Por el contrario, la historia nos enseña que lo único seguro es que quien llegue, así sea el compadre (como le sucedió a Echeverría con López Portillo) pondrá en duda las políticas de su antecesor. La única continuidad que está asegurada es la de la historia del poder.diego.petersen@informador.com.mx