Las manifestaciones de la Universidad de Guadalajara deberían ser consideradas como una de nuestras bonitas tradiciones, como la llevada de la virgen de Zapopan, la santa convocatoria de la Luz del Mundo o el desfile de las Fiestas de Octubre. No importa quién sea el gobernador ni de qué partido, lo único seguro es que cada sexenio, hacia la segunda mitad del periodo, habrá una marcha universitaria y el presupuesto será la consigna fundamental, aunque no el objetivo final.De la transición democrática para acá, todos los gobernadores han intentado, a su manera, disminuir el poder del grupo político universitario. Alberto Cárdenas buscó sacarlos de los Hospitales Civiles; Francisco Ramírez Acuña confrontó directamente a Raúl Padilla, incluso lo corrió de su oficina; Emilio González Márquez alentó la oposición y el intento de golpe político del entonces rector Carlos Briseño; Aristóteles Sandoval trató de llevar la fiesta en paz, pero se acabó confrontando por temas específicos, como la construcción de la presa El Zapotillo; Alfaro hizo una alianza política que duró muy poco y terminó, fiel a su estilo, en un conmigo o contra mí.Más allá de si consideramos justo o injusto el trato presupuestal a la Universidad, si la casa de estudios debe o no ser más transparente en el ejercicio de los recursos públicos, o si el liderazgo de Raúl Padilla se ha convertido en un poder fáctico que incomoda y limita a los gobernantes, la marcha es un ritual político tanto o más importante hacia dentro que hacia afuera. Esto es, más allá de que las manifestaciones sirvan para mostrar músculo (que, por cierto, es poco eficiente cuando se trata de traducirlo en votos) tienen mayor importancia interna, pues consolida la idea de grupo, apuntala los liderazgos y construyen un enemigo y una causa común. El mensaje hacia dentro es que no hay discrepancia, que solo hay un rugido entre los leones.Para que el mito subsista hay que poner en marcha los rituales del poder. El jueves vamos a ver a la comunidad universitaria en la calle otra vez, recordando que además de universidad son un grupo político, con liderazgos específicos y poder real. No van a sacar un peso más de presupuesto después de la marcha, no le van a ablandar el corazón al gobernador ni a los diputados, simplemente les van a recordar que ahí están, que su capacidad de organización y convocatoria sigue vigente. Pero, sobre todo, le harán ver al próximo gobernador, sea quien sea, cercano o lejano a los líderes universitarios, que más allá de afinidades o diferencias ideológicas, amistades o enemistades, la Universidad es un grupo político y que buena parte del poder, y del presupuesto en Jalisco, lo ejercen ellos.diego.petersen@informador.com.mx