Viernes, 29 de Noviembre 2024

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Diario de un espectador

Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

Diario de un espectador

Atmosféricas. El azul de la laguna queda cintilando mucho más allá del caer de la tarde. El poderío de la ceiba reúne lo majestuoso con lo íntimo: a su vera es más fácil tratar de entender el mundo, comprender a un mayate extraviado, considerar los avances del níspero, las estrategias de la casuarina recostada en su jardín desde hace más de treinta años. K quedó impresionado cuando entendió la manera, sutil y directa, como el árbol logró sobrevivir al derribo que una tormenta le infringió, cuando picó la culebra. El arrayán, demasiado sombreado por la ceiba, describe ahora una graciosa curva excéntrica y se manifiesta trigarante. La pila roja, el ya muy viejo tanquecito de infantiles nataciones, está lleno hasta los bordes y sobre la infinita tensión de su superficie reproduce las frondas prodigiosas. En el corredor de la casa, a pesar de atolondradas censuras, persiste el resplandor de la Virgen de Zapopan, la mera Generala.

New skin for the old ceremony: cuero nuevo para la antigua ceremonia,,, Un tipí en el jardín, algunos cojines sobre el pradito, luces y una música discreta. Y la muchacha, purísima, que esplende. Todo lo más por decir.

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Doña Gloria y doña Mercedes, emperatrices. Reinan con absoluta justicia y misericordia sobre su esquina (Libertad y Colonias). Llevan años estando allí, saben todo, conocen a todo mundo. Se sombrean bajo una jacaranda y se sientan sobre una banquita de fierro que les dejaron sus principales súbditos, los taxistas. Controlan la información migratoria del vecino consulado; hay quien dice que en realidad es para la CIA que las dos señoras trabajan. Pero es falso: trabajan nomás para ellas y los vecinos, y para los acongojados buscadores de visitas o estancias con los inefables gabachos. Se saben los formularios y aconsejan comportamientos e indumentarias para tener mayores probabilidades de conseguir la humillante visa del imperio. Al llamado de sus voces, como por ensalmo, aparecen lugares de estacionamiento, refrescos, juegos de fotocopias, refuerzos, chistoretes locales, sonrisas, flores. Tal vez ellas, las emperatrices, no lo saben plenamente: son el pan y la sal, la redención de todo el barrio. Aquí quede esta celebración.

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Una perla de Coco Álvarez en internet:

Soy más montaña que mar

Más nube que tierra

Más agua que raíz

Más vereda que camino

Más veliz que casa

He sido más de lo que nunca soñé

Valoro las caídas

Agradezco el poder seguir aquí.

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Amor es más laberinto

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Pues cuando forman sus luces
competencias soberanas,

sin quedar una vencida,
quedan victoriosas ambas.

(Lo anterior es la mejor descripción, por mucho, del amoroso abraxo,,,)

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Y eso nunca fue amor, esa sustancia tóxica y viscosa que corroe hasta los huesos a todo príncipe de la torre abolida, ah Nerval. 

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Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios

ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos

ni fueron vírgenes mis mejores amigas

ni tuve como amigo un fariseo

ni a pesar de la cólera

quise desbaratar a mi enemigo

pero escribí y muero por mi cuenta

porque escribí porque escribí estoy vivo

(Enrique Lihn)

Paráfrasis: ni se me fueron vírgenes mis mejores amigas

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A la atención de Rogelio. La mejor canción de la olvidadísima y preciosa banda Fairport Convention: Who knows where the time goes?

Por el cielo atardecido vuelan los pájaros
y cómo es que saben que tiempo fue de irse
antes de la lumbre en invierno seguiré soñando
nada sé del tiempo
porque quién sabe a dónde va el tiempo
triste y desierta playa, tus livianos amigos se van
ah, pero bien sabes que es para ellos tiempo de irse
pero aquí seguiré siempre no imagino irme
no cuento el tiempo
porque quién sabrá dónde se irá el tiempo
y no estoy yo solo cuando amor es conmigo
y sé que así será hasta el día de su partida
así que del invierno vengan las tormentas y luego
los pájaros de la primavera otra vez
no temo al tiempo
y quién sabrá dónde pues se va el tiempo

jpalomar@informador.com.mx

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