Atmosféricas. Un cielo opacado por la tristeza de la quemazón nubla el ánimo de la ciudad. Vestigios del incendio cruzan el aire turbio, visitan calles y domicilios. El maestro jardinero menea la cabeza, sigue con sus trabajos. El jardín sigue también con sus labores, cumpliendo su oficio de mejorar los días. Los guayabos disminuyen actividades, se aguardan como en espera de lo que viene tras estas temporadas de estiaje. El gato doméstico vigila sus dominios, como asegurando que todo marche conforme a lo debido. Realiza sus rondas, observa los alrededores, nada escapa a su mirada imperturbable. El viento va y viene, llegan campanadas constantes.**Un intento de traducción del segundo de los Two English Poems, de Jorge Luis Borges, escritos en 1934.¿Con qué podré asirte?Te ofrezco precarias calles, ocasos desesperados, la luna de los suburbios en trizas.Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente a la solitaria luna.Te ofrezco mis ancestros, mis muertos, los fantasmas que los vivientes han honrado con el bronce: el padre de mi padre muerto en la frontera de Buenos Aires, dos balas a través de los pulmones, barbado y muerto, envuelto por sus soldados en la piel de una vaca; el abuelo de mi madre -solamente de veinticuatro años- encabezando una carga de trescientos hombres en Perú, ahora fantasmas en caballos desaparecidos.Te ofrezco cualquier reflexión que guarden mis libros, cualquier hombría y humor tenga mi vida.Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca fue leal.Te ofrezco ese reducto de mí que he guardado, de algún modo; el corazón central que trata no en palabras, no trafica con sueños, y es intocable por el tiempo, por el gozo, por las adversidades.Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista al ocaso, años antes de que nacieras.Te ofrezco explicaciones de ti, teorías sobre ti, auténticas y sorprendentes noticias de ti.Puedo darte mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota.**Las calles remontan el vuelo de la imaginación, de lo que pudo y sin embargo puede ser. Trazos de colores sobre papeles leves, visiones de barrios y de caseríos cuyo destino aspira a ser otro. La memoria echa mano de lo alguna vez visto, de lo que solamente fue vislumbrado en algún pasaje del sueño. Plazas soleadas o penumbrosas extienden su quietud al mediodía, las fuentes cantan una canción de siglos, una alabanza por el futuro venturoso. Cada quien, con la memoria de milenios, transporta una ciudad que fue largamente construida por las generaciones idas. Lugares para el encuentro, para el ensimismado transcurrir, para las mansas rutinas que van, invisiblemente, edificando los días. Todo esto es ahora convocado de cara a lo que viene, y es destinado a un país del que apenas llegan noticias, sobre el que se intentan hipótesis. Largos aprendizajes, especulaciones gozosas, toma de partido por el riesgo, la ventura, lo que hará mejor la vida de todos. Corren los colores sobre el papel.**La versión de Joe Cocker de With a little help from my friends es toda una obra maestra. Transmuta el irrepetible y original impulso de los Beatles en un descarnado y complejo canto a la amistad, a la solidaridad humana. Con una pequeña ayuda de mis amigos: Cocker ofrece el desgarramiento y la urgencia que apenas roza la interpretación, optimista y mucho más liviana, de los de Liverpool. Un órgano sobrecogedor, un requinto que subraya la petición que la composición expresa, sobre todo la inconfundible voz del cantante que varía con insólita destreza sus registros. Pero la canción, transformada y misteriosamente la misma, dice también el gozo, la esperanza y el agradecimiento por la esencial amistad. Toda una lección en la búsqueda de los sentidos más hondos en una expresión musical, y del hallazgo de personales maneras de decirlo de otro modo, de ampliar sus significados, y de permanecer sin embargo fiel a lo que se recibe y sirve como combustible para la propia creación.**La fiesta dura ahora lo que la visión de las olas livianas durará en la memoria. Desciende sobre la pequeña multitud toda la gracia de la mañana. Bendiciones y deseos de la dicha y el futuro promisorio, bajo el invariable cuidado de la Providencia. Niños que corretean, músicas que se levantan, el pan que prodiga sus dones intemporales. Avanzan las horas, una tranquila o alborotada alegría establece el curso de la celebración. Como un navío que se aleja, suenan las últimas notas. Pero todo quedará en el ánima, bastimento para los trayectos venideros.jpalomar@informador.com.mx