Hoy es miércoles, hoy el Presidente acosará a la prensa. Si tal cosa no ocurriera sería algo más que un milagro. Sería una gran noticia, una cuyos beneficios últimos serían no para las y los periodistas, sino para la sociedad. Pero es muy poco probable que Andrés Manuel López Obrador, fijo de ideas como es, abandone la rutina de irse hoy contra periodistas.Entonces, lo que dijo ayer AMLO, de proteger a Azucena Uresti y condenar las amenazas en su contra, habrá pasado a ser poco más que un caso aislado, y no un punto de inflexión en términos de libertad de prensa.El Jefe de Morena no puede actuar de otra manera porque iría en contra de lo único que le importa. Para López Obrador nada es más relevante que mantener el curso de lo que él llama transformación. Y en ese camino la prensa estorba, pues reporta desde errores e insuficiencias hasta actos de negligencia y corrupción de su Gobierno.Por eso ataca cuanto puede a la prensa y ahora de fijo los miércoles. Porque necesita desacreditar a los medios de comunicación para que ninguna de las denuncias de estos, las opiniones incluidas, descarapelen el cántico presidencial de que la transformación va, diría la ausente Delfina, requetebién.Ataques y desdén, es la receta. Como cuando en la mañanera el inquilino de Palacio Nacional negó que en Aguililla había serios problemas, ahí donde los pobladores se ahogaban a causa del sitio al que eran sometidos por los criminales, ante la inacción de las fuerzas de varios gobiernos, principalmente el de López Obrador.¿Que cómo sabíamos que en esa y otras zonas de Michoacán los graves problemas de violencia persisten, que no desaparecieron por la política de los abrazos y de las becas para los jóvenes? Primero, por las valientes denuncias de pobladores de esas regiones, incluidos sacerdotes. Y segundo, por el puntual trabajo de periodistas, investigadores y activistas que no han abandonado a su suerte a los mexicanos de las zonas en guerra.Reporteros, activistas y académicos de raíces nacionales o extranjeras, lo mismo da. Gente comprometida con lo que pasa en un terreno donde el sonido de las balas es todo menos metafórico.¿Y qué hace Andrés Manuel cuando es cuestionado por la prensa, estudiosos y defensores de derechos humanos? Primero, subestima los reportes. Si le insisten, los vuelve a minimizar. Y si no sueltan el tema en las mañaneras, lo niega. Negativa que no excluye nada sutiles descalificaciones y ataques, al decir que publican eso porque están en contra suya.Porque tenemos un Presidente que dedica más tiempo y energía en el púlpito a desacreditar a periodistas e investigadores que a cuestionar a los criminales.Salvo el martes -también hay que reconocerlo- cuando luego de conocerse las amenazas de supuestos narcotraficantes contra Uresti y otros medios, AMLO dijo que reprobaba “completamente esas amenazas”, que no admite “que se actúe de esa forma” y que protegerán a Azucena y a todos.Qué bueno que protejan a Azucena. Es lo mínimo que el Gobierno debe hacer ante tan salvaje amenaza contra ella y otros colegas. Pero, literalmente es lo mínimo: el Presidente debería aprovechar esta ominosa señal de lo empoderados que se sienten los criminales para empezar otra ruta, una que lo lleve a ser el garante del ejercicio de la prensa.Pero no ocurrirá. Porque no quiere una prensa vigorosa, una que reporteará, por ejemplo, sus pendientes en seguridad pública; incluidas las violaciones a derechos humanos que siguen.Por eso hoy es miércoles de acoso presidencial a periodistas.sal.camarena.r@gmail.com