Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Después de la derrota

Por: Diego Petersen

Después de la derrota

Después de la derrota

Pueden usar los eufemismos que quieran, aplicar la técnica de la negación y gastar la popularidad y credibilidad del presidente para negar lo sucedido el jueves pasado en Culiacán, pero la derrota está ahí. Porque no es un caso aislado, fue la triste coronación de una serie de enfrentamientos fallidos. Unos por falta de fuerza, otros por exceso en el uso de ella, todos con una característica común: la improvisación y falta de estrategia.

La liberación de Ovidio Guzmán es desde donde se vea una derrota para el Estado. Podemos discutir si fue una buena decisión liberar a al preso, lo cierto es que se hizo en condiciones de derrota. Si el Estado había perdido esa batalla lo mejor era retirarse y proteger a la población. Es doloroso y penoso, a nadie le gusta ver a nuestras fuerzas armadas en retiro, al crimen organizado imponiendo su ley, pero así fue. Más preocupante que la derrota en sí misma es cómo el gobierno de López Obrador va a procesarla y para ello lo primero es admitirla, no en un acto público, no se trata de inmolarse, sino internamente.

Tenemos un secretario de Seguridad Pública que no conoce el tema y que claramente no está al mando. Las contradicciones entre la información del propio secretario y las de las fuerzas armadas dejan en claro que no solo no hay coordinación, sino que no tiene los hilos de los aparatos de seguridad en sus manos.

Tenemos un Ejército en las calles, con uniformes distintos, lo vemos a veces como Guardia Nacional y otras como efectivos militares, pero son lo mismo, está atado de manos en cuanto al uso de la fuerza y sobrecargado de chamba. Esto ha provocado que las fuerzas armadas sean cada vez más ineficientes en sus labores y con más presiones al interior.

Tenemos un Presidente dispuesto y deseoso de cambiar el rumbo de la seguridad de este país, pero sin estrategia. Desde que comenzaron los famosos foros de seguridad en la etapa de transición quedó claro que el discurso de amor y paz del presidente, el de abrazos no balazos o el fuchi guácala, se enfrenta a una realidad que nada tiene que ver con los buenos deseos.

Como procese el presidente la derrota del jueves pasado, definirá en gran medida el futuro y la trascendencia de su gobierno. Un golpe de timón requiere, entre otras cosas, la remoción del secretario de seguridad, no sólo como una señal política de que alguien asume la responsabilidad de la falta de estrategia, sobre todo como un cambio en la forma de entender y enfrentar el problema. Dedicarle tiempo todas las mañanas es importantísimo, pero claramente insuficiente. Una política social consistente y que ataque los problemas de la pobreza es fundamental para una visión de seguridad a largo plazo, pero no la contiene en lo inmediato. Recuperar el Estado de Derecho y el territorio es hoy la tarea más urgente y eso requiere algo más que sermones mañaneros.

Urge desde el gobierno cambiar el “abrazos no balazos” por estrategia e inteligencia. Pero, sobre todo, desde la sociedad tenemos que bajarle a la polarización, evitar tanto linchamiento del gobierno y el discurso catastrofista como la defensa obtusa de una derrota que nada tiene de heroico, mucho menos de humanista.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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