Con sorpresa, pesadumbre y hasta con un poco de histeria han tomado muchos los resultados del Censo de Población y Vivienda 2020 que quitó a Guadalajara el segundo lugar como municipio más poblado de México, título que ostentó casi todo el siglo XX y todo el comienzo del siglo XXI.Lo mismo pasó con el anuncio de que la zona metropolitana de Guadalajara fue desplazada por la de Monterrey en el segundo lugar de las áreas más pobladas de México. Tan no cayeron bien estos datos en ciertos sectores que el director del Instituto Metropolitano de Planeación, Mario Silva, anunció que pedirán al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reconsiderar los datos para que Guadalajara ostente el segundo lugar como zona metropolitana de México. Guadalajara también dejó de ser el municipio más poblado de Jalisco para ser desplazado por Zapopan. El descenso de Guadalajara es muy notorio según los datos del Censo de Población y Vivienda, pues bajó hasta el sexto puesto. Por delante como municipios más poblados del país se encuentran Tijuana, Iztapalapa, León, Ecatepec, Ciudad Juárez y Zapopan. Más allá de la sorpresa, o cierta histeria, los resultados del censo no deberían sorprender a nadie. Hace años que el municipio de Guadalajara se viene desploblando. Entre el censo de 2010 y el del año pasado la capital del Estado pasó de un millón 495 mil 189 habitantes a un millón 385 mil 629 pobladores, para un pérdida de 109 mil 560 habitantes en una década. Esto ocurre a pesar de que presidentes municipales anteriores anunciaran políticas urbanas para repoblar el municipio. Pero ocurrió lo contrario y aquí la pista: Guadalajara pierde habitantes porque las políticas de vivienda diseñadas por los gobiernos de los tres niveles están provocando la gentrificación de la ciudad, es decir, expulsando a los pobladores más pobres debido a desarrollos inmobiliarios, comerciales y turísticos que sólo son accesibles a sectores de ingresos medios altos y muy altos. A pesar de que alcaldes y gobernadores han ofrecido viviendas accesibles para los sectores de bajos ingresos, en estos momentos eso es imposible para un tapatío que gane menos de 10 salarios mínimos. Los departamentos en zonas céntricas de la ciudad se venden desde cuatro millones en adelante. En otros sectores se pueden comprar casas o departamentos de entre dos y tres millones de pesos. Un crédito hipotecario de al menos dos millones de pesos implica el pago de una hipoteca casi 20 mil pesos mensuales. ¿Qué familia puede darse ese lujo? Muy pocas.En Guadalajara no se puede comprar un departamento de 300 mil o 400 mil pesos que se volverían accesibles a los sectores de menores ingresos. El suelo urbano en Guadalajara está acaparado por las grandes empresas inmobiliarias que lo tienen destinado para la construcción de torres de departamentos y comercios a precios inalcanzables para sectores de bajos ingresos.A los más pobres se les condena a fraccionamientos alejados del centro, con viviendas de calidad dudosa. Los habitantes tienen que pasar de tres a cuatro horas en transporte para salir y regresar, desperdiciando mucho tiempo de su vida diaria en los desplazamientos. Y eso no es destino, sino el resultado de la política de vivienda más desigual y dañina en términos sociales que hemos tenido en México en toda su historia. La política de vivienda del periodo neoliberal estuvo orientada al mercado, al lucro de las grandes empresas inmobiliarias que acapararon el suelo y el crédito en detrimento de los más pobres. El Estado dejó en manos particulares la política de vivienda, cuando el derecho a un techo debería ser un derecho primordial garantizado por el pacto social. De modo que la explicación del despoblamiento de Guadalajara se debe a las políticas neoliberales en materia de vivienda que incentivan construir en Tlajomulco, Zapotlanejo, Tala, etc., con el fin de aumentar ganancias-lucro de las inmobiliarias y a la completa inacción de los gobiernos en promover autoconstrucción cooperativa. Hace unos días el portal de AJ Plus publicaba el caso del municipio de Marinaleda en Andalucia, España, localidad que resuelve las necesidades básicas de la población (trabajo, servicios, alimentación) de manera cooperativa. Y lo traigo a colación porque la vivienda es pública y se puede adquirir una por 17 euros al mes. Pero no hace falta ir hasta Marinaleda para aprender lo que se puede hacer para evitar el despoblamiento de Guadalajara. Se puede aprender de experiencias de autoconstrucción cooperativa en Guadalajara con el caso de Los Colorines de los años 80 del siglo pasado. Si se replicara esa experiencia de solicitantes de vivienda que de modo cooperativo lograron construir viviendas dignas y de buena calidad a precios muy bajos, Guadalajara se repoblaría en apenas unos años. La clave es no dejar la política de vivienda en manos del mercado.