Domingo 28 de octubre de 2018. La segunda corrida de la Plaza de Toros Nuevo Progreso, con una entrada de media plaza, fue variopinta: toros de tres ganaderías, un torero que se despedía, un cielo azul distinto a los nublados de los últimos días, y un largo etcétera que iré narrando.Había un ambiente de fiesta, la música acompañó como siempre a los toreros y al rejoneador en el paseíllo, mientras los tendidos se iban llenando de gente, del olor a puro y al rancio aroma de las botas de piel.Los dos toros de la ganadería de Montecristo le correspondieron al rejoneador español Andy Cartagena. Tan malos resultaron, que obligaron a Cartagena a lucir a sus caballos y a dar un espectáculo más propio de la equitación que de una corrida de toros. El primer toro sólo embestía si el rejoneador lo hacía seguir al caballo, frenándolo ligeramente para arrancar de nuevo y provocar así que el toro metiera la cabeza. Pero no se pudo más. El segundo toro, aldiblanco, esto es con una mancha blanca de gran tamaño en la parte inferior del cuerpo, iba distraído y rehuía a la suerte. Descastado y errante, se quedaba parado. Cartagena, entonces, optó por hacer acrobacias y bailes con el caballo para entretener al público. Con la espada estuvo mal en sus dos toros, pinchando y matando con estocadas fuera de sitio, recibiendo un aviso en el segundo.Ignacio Garibay se despidió de Guadalajara. El primer toro de su lote, de la ganadería de San Isidro, fue un toro débil de manos, de no bonita estampa y figura desproporcionada. Un toro difícil pues no acometía ni obedecía al engaño, lo que obligó al torero a matarlo luego de varios pinchazos y un aviso. Con el segundo toro la suerte cambió. Un toro de la ganadería de José Julián Llaguno, en puntas y de buena estampa. Lo toreó con el capote por chicuelinas, y al comenzar la faena de la muleta la banda le tocó “Las Golondrinas”. Ahí se inspiró el torero, se soltó los brazos de la tensión del cuerpo y frente al burladero de sol toreó por naturales y dio cuenta de un amplio repertorio de pases. Dejó caer la muleta sobre la arena en signo del adiós, y luego de matar con certera estocada recibió la única oreja de la tarde.Fabián Barba fue pura voluntad con el primero, un toro de la ganadería de José Julián Llaguno. De bue na estampa también, salió de la puerta de toriles con alegre galope, fue codicioso con el capote y acometió con fuerza al caballo. Hizo un quite por gaoneras, y duró una eternidad para comenzar una tanda de estatuarios con la muleta, lo que provocó que el toro le tomara la medida y en la siguiente tanda lo cogiera dándole una voltereta, quedando el hombre a merced del toro bajo sus patas, sin consecuencias que lamentar. Mató con un bajonazo. Al segundo toro, de San Isidro, le pudo con el capote en un quite combinado con tafallera, delantal y revolera, pero no hubo nada más.La tarde, poliédrica, nos dejó escuchar a un cantaor de coplas en el tendido. Notables fueron los pares de banderillas de los subalternos Gustavo Campos y Diego Bricio. Pero hubo también un lamentable espectáculo de algunos asistentes, que piden la música cuando no lo merece la faena, o dan de gritos que son más propios de un estadio de futbol. En fin, hay gente que no sabe estar en el lugar donde se encuentra.