El desgobierno penitenciario que se padece en la mayoría de las cárceles estatales del país, e incluso en algunas prisiones federales de alta seguridad que han sido vulneradas también por la corrupción que ha permitido fugas de capos del narco, como Joaquín “El Chapo” Guzmán, hizo crisis el domingo con el asalto al Centro de Reinserción Social (Cereso) numero 3 de Ciudad Juárez que dejó un saldo de 10 custodios y 7 presos muertos, y 30 reos fugados, que marcó el inicio del año.El autogobierno delincuencial que controla la cárcel en esa ciudad fronteriza ya había provocado la jornada más violenta en la historia de Chihuahua apenas en agosto pasado. Fue cuando una disputa por el dominio en ese penal estatal entre dos bandas rivales del Cártel de Sinaloa provocó un motín y riñas internas que a su vez causaron toda una serie de ataques y hechos violentos en Juárez. Los aliados de ambos bandos al exterior del centro penitenciario recibieron instrucciones de los cabecillas presos para enfrentarse en las calles y su violencia degeneró en agresiones directas a la población civil. El saldo: 11 muertos, incluido un niño de 12 años en una tienda Oxxo a la que los sicarios irrumpieron a balazos para luego quemarla, y también un equipo de cuatro técnicos y reporteros de Megaradio que hacían un control remoto de una pizzería a los que dispararon directamente, 12 heridos y decenas de narcobloqueos con camiones y autos incendiados.Lejos de que las autoridades retomaran el control de esa prisión y persiguieran a los grupos del crimen organizado que provocaron aquel jueves negro, menos de cuatro meses después las milicias del grupo delincuencial conocido como “Los Mexicles” fueron a sacar de ese penal a los que habían sido detenidos por las agresiones de agosto, y de paso a su líder “El Neto”, preso desde junio del 2017 por el delito de secuestro. Llegaron en camionetas blindadas, abriendo fuego contra custodios sin que ninguna corporación policial o castrense les hiciera frente. Prueba del control que tenían “Los Mexicles” de esa cárcel, además de la destitución ayer del director del penal, son todos los privilegios (armas, vinos, pantallas, jacuzzi, etc.) con los que vivía “El Neto” en su celda. El ex gobernador de Chihuahua, Javier Corral, lo catalogó ayer, al lamentar su fuga en redes sociales, como el “narco más duro y desalmado” de ese grupo criminal y uno de los “generadores de mayor violencia en la ciudad desde el penal”.Lo dicho, una cárcel bajo el control total de la delincuencia organizada puede convertirse en una bomba de tiempo para hacer estallar la violencia extrema en las ciudades donde se asientan. La seguridad de las ciudades, y del país, pasa por combatir los autogobiernos delincuenciales y retomar el control de las cárceles.jbarrera4r@gmail.com