Miércoles, 04 de Diciembre 2024

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Desde la colonia más “cool” del mundo

Por: Jonathan Lomelí

Desde la colonia más “cool” del mundo

Desde la colonia más “cool” del mundo

Voy a escribir sobre lo que podría escribir (pero no escribiré) de la Colonia Americana de Guadalajara, “la más ‘cool’ del mundo”.

Escribir, por ejemplo, sobre mis años universitarios y el pent house con sky bar que habité en la calle Montenegro -en realidad era un cuarto de servicio de 8 metros cuadrados en la azotea-. Y cómo después me mudé a un depa comunitario en el edificio del Telcel de Chapu hasta que ya no pude pagarlo. 

Y cómo hace una década mi terquedad por vivir en esta colonia o cerca me llevó a rentar algo barato en la frontera, una mohosa vecindad de Andrés Terán junto al Aurrerá, en donde el vecino de arriba, un apartalugares y mariguano inofensivo, reproducía toda la noche a Zoé (hace unos días lo saludé sentado sobre su cubeta en la misma posición en que lo dejé). En el otro depa vivía un pintor altanero de brocha mórbida, que no conocía la tristeza de la sobriedad y con una novia 20 años menor que secretamente bauticé como La Incondicional. 

Y cómo un día del cual no quiero acordarme abandoné el barrio para irme a La Estancia en Zapopan y cómo orgullosamente esa vez mi patrimonio cupo en la cajuela y el asiento trasero de un Sentra. Escribir, asimismo, cómo regresé siete años después a la Colonia Americana, sin el Sentra y con la cajuela vacía de un Mirage y 18 mensualidades pendientes. Más sabio, más viejo y más resignado, podría escribirlo todo, pero no lo haré. 

Podría escribir sobre la revista de viajes Time Out y el grupo británico que la edita desde 1968 y que presume su presencia con franquiciatarios en 333 ciudades del mundo. Y criticar, por ejemplo, que ese “negocio de la felicidad” en el que dice estar inmersa en realidad funciona como una gran agencia de marketing digital. 

Y escribir, si quisiera, que su metodología para evaluar los 51 barrios más “cool” del mundo es una vacilada. Que esos rankings, en donde presume encuestar a 20 mil habitantes, los hace al estilo consulta popular de AMLO con perezosos formularios en línea. Y que conceptualmente es irrazonable, tonto, inverosímil que en los cinco rankings de años anteriores, en ninguno aparece la Colonia Americana, pero sí La Narvarte de CDMX y Jalatlaco, en Oaxaca. 

O exhibir mi neurastenia de adulto contemporáneo contra su manía de hacer listas imposibles: las 10 calles más “cool” del mundo, las 23 cosas nuevas para hacer en el mundo, los 11 viajes más increíbles, los 20 lugares más románticos y hasta las 21 cosas más increíbles para hacer y combatir al cambio climático.  

Podría escribir también sobre lo que todos han escrito: la inseguridad. Y decir que nunca me han asaltado, pero que después de las ocho de la noche camino con precaución y un domingo me despertaron los balazos en un bar cercano y las gasas, la sangre y el suero del herido duraron tirados en la calle hasta el lunes. 

Se me ocurrió escribir incluso la historia de un bache, uno suculento en Lerdo de Tejada, frente al Bruna, solitario y triunfal. 

Hasta podría escribir seriamente algo con las palabras “gentrificación”, “visibilización” y “resiliencia” y concluir que la revista dijo que era el mejor barrio para visitar, pero no para vivir. 

Todo esto podría escribirlo, pero no tengo espacio suficiente y sólo puedo compartir mi conclusión tras varios días pensando, escribiendo y viviendo en la Colonia Americana. 

Para mí sí es la colonia más genial del mundo, pero sólo algunas mañanas de sábado, los domingos por la calle Libertad, algunas esquinas con árboles inmensos y ciertos rincones que sólo conoce mi pasado. Lo demás es puro marketing del bueno y del malo.

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