“Una persona desaparecida dolerá hasta el último día de la última persona que alguna vez lo amó”, reza una pancarta en el altar de muertos dedicado a los desaparecidos en las puertas del Servicio Médico Forense (Semefo). Detrás de las flores amarillas de cempasúchil y las cruces bancas hay decenas, quizá centenas, de fotografías de desaparecidos, la mayoría de ellos jóvenes, hombres y mujeres de entre 18 y 30 años. Casi todos sonríen para la foto, tienen una mirada plena, están viendo a la cámara y al mundo con una alegría que recuerda que estuvieron entre nosotros, que somos nosotros. Hoy sus familiares los buscan, esperan encontrarlos vivos, como algunos que en la foto tienen una improvisada leyenda con marcador negro: “Localizado vivo”.O muertos, como otros que sólo tienen un moño negro para señalar que sus cuerpos han sido identificados. La mayoría no tiene ni uno ni otro, siguen desde hace años desaparecidos.El altar, ubicado en medio de la nada, sobre Lázaro Cárdenas, una avenida de alta velocidad que sirve como metáfora de la indiferencia, está dedicado, reza un cartel firmado por Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos en Jalisco (Fundej) “A la memoria de quienes se encuentran en los diferentes Semefos del estado de Jalisco, personas que se encuentran a la espera de ser reconocidas, en espera de un lugar digno de descanso”. Mientras tanto el gobierno informa, presume, con un amasijo de cifras inconexas e incomprensibles, que el número desaparecidos va a la baja, que ellos han cumplido no sé qué compromisos y se les olvida que uno es muchísimo, que cada rostro en ese altar es una familia rota.La búsqueda de los desaparecidos sigue siendo el gran déficit, la mayor deuda de los gobiernos estatal y federal. Mientras exista una persona sin localizar, un cuerpo sin identificar y un grupo criminal que se sienta con la seguridad de que puede desaparecer a las personas y enterrarlas en un cementerio clandestino sin que ello tenga consecuencias, el Estado y la sociedad somos más débiles.No es con salidas burocráticas ni discursos triunfalistas como se encuentra a los desaparecidos o se alivia el dolor humano. En medio de las fiestas y celebraciones en que los gobiernos han convertido al Día de Muertos, lo expresado en ese altar nos recuerda que la desaparición es una muerte continuada, un duelo que no termina, un dolor sordo, que estará ahí, enquistado en la memoria como un eterno Día de Muertos.“Una persona desaparecida dolerá hasta el último día de la última persona que alguna vez lo amó”, reza una pancarta en el altar de muertos dedicado a los desaparecidos...